miércoles, 21 de julio de 2010

Lamento della ninfa, Monteverdi, La Venexiana




¿No oís cómo se desgarra, de qué forma tan obscenamente dolorida demuestra su pasión? ¡Miserella!

"Amor", dicea, il ciel
mirando, il piè fermò,
"Dove, dov´è la fe'
che'l traditor giurò?"

     Miserella, ah più no, no,
     tanto gel soffrir non può.

"Fa che ritorni il mio
amor com'ei pur fu,
o tu m'ancidi, ch'io
non mi tormenti più".

¿No os recuerda a la Bucólica VIII de Virgilio? 

Traedme de la ciudad a casa, traedme a Dafnis, ensalmos míos.

Estos despojos me dejó una vez aquel pérfido, sus prendas queridas; ahora, bajo el mismo umbral, te los confío a ti, tierra: estas prendas me deben a Dafnis.

Traedme de la ciudad a casa, traedme a Dafnis, ensalmos míos.

Estas hierbas y estos venenos cogidos en el Ponto me los dio Meris mismo. Con éstas lo he visto muchas veces convertirse en lobo y esconderse en los bosques, sacar muchas veces las almas de los sepulcros profundos y cambiar a otros sitio las mieses sembradas.

Traedme de la ciudad a casa, traedme a Dafnis, ensalmos míos.

Saca fuera las cenizas, Amarílide; tíralas a la corriente del arroyo, tras tu cabeza, y no mires atrás. Con éstas voy a atacar a Dafnis.

El amor también produce escalofríos, y no precisamente de placer.

martes, 20 de julio de 2010

Cum dederit, Vivaldi, Sandrine Piau




                               What else?

lunes, 19 de julio de 2010

Cuentos con poco que contar



No hace falta decir que cualquier tema es válido para ser contado. Incluso puede afirmarse que cualquier historia, la mínima anécdota, son territorio del cuento (o de narraciones más amplias) por poca chicha que aparentemente tengan que contar. Se me ocurre el caso magistral de "Dublineses", de J. Joyce, aunque los ejemplos son innúmeros. Todo depende de cómo se haga. De la capacidad técnica y de la intención (y del gusto, las buenas lecturas, la sensibilidad, la cultura personal...)

Hace algunos meses critiqué la novela del argentino Patricio Pron "El comienzo de la primavera" (entrada de 30/4/2009). No fui demasiado benévolo, a pesar de que es escritor de los que se llaman "de raza". Me pareció que su tema era insulso y los alardes técnicos buscaban epatar al paleto literario. No me gustó, en definitiva.

Pero uno, ya lo saben mis contados lectores, es tonto de repetición. Y acabo de leer su libro de cuentos "El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan". Excelente título, desde luego, que se corresponde con uno de los cuentos más salvables del volumen. Buena parte del resto son intentos fallidos.

No niego que está mejor escrito que la novela ganadora del Premio Primavera, con mejor prosa y más adecuación de recursos técnicos al asunto tratado. Incluso hay una primera historia, titulada "Las ideas", más que notable. El problema en este caso es una tendencia literaria que estoy detectando en los últimos tiempos a escribir historias que apenas son una anécdota, que no tienen tensión narrativa ni vuelo ni drama ni enjundia. Que son una sosada, para entendernos.

No sé si es influjo del Realismo Sucio, del posmodernismo norteamericano de los noventa, un nihilismo impostado o qué. Tampoco deseo perder tiempo en rastrear sus orígenes. El caso es que éste y otros escritores, normalmente jóvenes, parecen haber descubierto una fórmula comodísima para acabar un cuento: prolongan una situación mínima por el método de quebrarle el espinazo narrativo, impiden que se desarrolle, que cobre interés, a menudo lastrándola con infinidad de descripciones inanes o con un seguimiento notarial de las andanzas absurdas de los personajes (véanse "Es el realismo" o "El estatuto particular"). Y ya está.

Para que el intento tenga la eficacia pretendida hace falta el sentido del lirismo, el talento, la mesura y el mundo interior que sólo los grandes han mostrado. Todo lo demás está condenado a empalidecer ante los modelos e incluso a parecer desprovisto de fundamento (¿para qué tantas páginas absurdas?) que es lo que acabo pensando en más de una ocasión.

Dicho de otro modo: cualquiera tiene ideas tontas a patadas. Trabajo esencial del buen escritor es desechar un alto porcentaje de ellas y quedarse con la veta de interés. Una de cada cien. Por mucho oficio y cualidades que añadamos a un tema insulso, insulso se queda. Hace falta saber seleccionar. Y no creer que los lectores se tragan cualquier cosa por la cara.

Patricio Pron es bastante joven y tiene talento para el oficio. Quizás le sobra ese prurito de imitar constantemente a los maestros. También es cierto que sólo el tiempo y la práctica corrigen este defecto. No obstante lo dicho anteriormente, "El mundo sin..." tiene media docena de cuentos de interés y, en general, está solventemente escrito. Para lo que nos traen las mesas de novedades, nada desdeñable.

martes, 13 de julio de 2010



Como últimamente estoy cansado de pensar del mismo modo y cuando dicen que debo pensar, recomiendo este enlace: http://www.attac.es/

Refrescante.

jueves, 8 de julio de 2010

Pola Oloixarac nos enseña el nuevo arte de escribir no-velas (II)



O eso dicen los fans de esta estrellita. Afortunadamente, a cada acción corresponde una reacción con igual fuerza. Y es que los modernos a la violeta son incansables.

Pero con la prueba de la lectura desapasionada, la única que valida realmente un libro, se descubren cosas evidentes que nos habían querido escamotear. Y lo peor es que estos talibanes de la novedad suelen hacerlo acusando a los que no son de su cuerda de todos los males.

Por supuesto, son (somos) reos de falta de modernidad. Que vale, se entiende que si no te tragas el pestiño de la señorita Caracciolo, o de Vilas, o de Mora y todos los nocillos del país (y anda, que no proliferan) no puedes estar a la última. Cosa discutible, pero tampoco quiere decir nada sobre la relevancia de sus tochos encuadernados.

En el caso que me ocupa, no he encontrado en el volumen mejor acicate para concluirlo que el escribir una crítica para http://www.literaturas.com/ (supongo que aparecerá en el próximo número) y concluir estos comentarios. Disciplina, disciplina y disciplina, como diría el otro.

No ha habido goce, salvo en contadísimos párrafos que quedaban diluidos en el tostón general. Ni sentido del humor relevante. Ni emoción. Ni pintura de personajes. Ni teorías llevadas a algún fin de interés. Ni acción novelesca que merezca la pena recordar. Ni... Suma y sigue.

Sí he visto una prosa decente a ratos, cuando no se deja llevar por la verborrea pseudo-ensayística, atisbos de que la autora puede llegar a trabar algo más consecuente si se deja de pajas mentales y CUENTA algo...

No sé. Me parece floja cosecha para tan gran esfuerzo. Y, sobre todo, no admito que estos pavos a la moderna quieran hacer sentir idiota al lector cuando sólo se trata de intentos fallidos. Quizás interesantes en teoría, pero hueros de resultados. Y muy, muy aburridos.