lunes, 27 de octubre de 2014

La Pegatina





Eran fiestas del pueblo, junto a la raya de Castilla-La Mancha, y el ayuntamiento había organizado un festival de los de nombres importantes en el cartel. Lo más gordo era las actuaciones de Love of Lesbian y Vetusta Morla. Había masas de seguidores, sobre todo, de los segundos, llegando al campo de fútbol. Y, por una vez, el sonido no fue infame. 

Nosotros fuimos por los Lesbian, claro está. Apenas me sonaba haber oído alguna cancioncilla de La Pegatina y saber que era un grupo de Barcelona con componentes españoles y franceses.

Como suele suceder, Vetusta Morla me aburrieron sobremanera con su rollo serio-trascendente. Love of Lesbian no estuvieron mal, aunque por debajo de lo que les he escuchado en otras ocasiones y con la voz de Santi Balmes un poco floja. Sin embargo, los penúltimos en cartel, los teloneros de pasar un rato hasta que llega el plato fuerte, me parecieron lo más estimulante de la noche. 

Reconozco que son simplones, más bien repetitivos y poco originales, pero me da lo mismo. Lo pasé de vicio. Bailamos, coreamos estribillos, saltamos, dimos unos pasitos hacia un lado, otros hacia el otro... Lo que se dice un desmelene primario, aunque bien ejecutado en el escenario, con energía para aburrir, un sonido bastante pasable, bien cantado, bien instrumentado (la sección de viento es muy eficaz y da un aire cosmopolita a su sonido). 

No creo que haga falta más para disfrutar en fiestas de un pueblo. Creo que a la semana siguiente actuaron en los Pilares, en Interpeñas, me parece, y estoy convencido de que arrasaron. 

A continuación, otro de sus éxitos presentado con un vídeo gamberro y gracioso, como de costumbre: 



sábado, 18 de octubre de 2014

Ayer por la tarde





Creo que no hace falta añadir glosa alguna a la maravilla que pudimos disfrutar ayer en la sala de cámara del Auditorio Nacional. 

El conjunto Cantus Cölln resultó tan fenomenal como prometía. Apareció con un programa integrado por Heinrich Schütz (sus madrigales italianos del "Primo Libro de Madrigali"), Johann Hermann Schein (madrigales de "Israelsbrünnlein") y Heinrich Albert (canciones en 12 partes de "Eine musikalische Kürbishütte"). 

Vamos, barroco alemán hasta en la sopa. Y qué delicia. Un concierto de los que abren el apetito para la nueva temporada. 

Escuchemos otra muestra estupenda, pero esta vez a cargo del Concerto Vocale:



¿Sí o no?

lunes, 13 de octubre de 2014

Cánovas, etc.

No sé qué puedo decir. La emoción no admite glosas. Tampoco los recuerdos más lejanos que, a pesar de serlo, se refrescan cada vez que suenan Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán. Quizás mi canción preferida sea "Sólo pienso en ti".




Y qué decir de la celebérrima "Señora Azul". No sé si la mejor de sus melodías, pero tiene ese sabor...



O el evidente vitriolo aplicado a las relaciones de pareja en "Nuestro problema":



Para terminar, la estupenda, breve e irónica "Linda prima".



Sin desperdicio. Y que ya hayan pasado cuarenta añitos de nada...

jueves, 9 de octubre de 2014

No, no es lo mismo.



A algunos (a muchos, a lo que se ve) les traerá sin cuidado, no lo dudo, pero afirmo que no es la misma cosa escribir excelentes colecciones de cuentos como "Los que duermen" que enfrentarse con una novela y salir bien librado del intento. 

Es lo que ha ensayado Juan Gómez Bárcena, de quien ya comenté elogiosamente su libro de cuentos en la entrada de 23/2/14. Me refiero a enfrentarse con lo novelesco y, por lo que dicen innumerables gacetilleros, hacerlo con brillantez. 

Me he resistido durante meses a escribir este comentario porque, aunque no puede decirse que sea malo, no estoy muy contento con el resultado de su primer enfrentamiento con la narración de largo aliento. Y es que no es tarea fácil desarrollar la anécdota a lo largo de doscientas y pico páginas sin que le pese al lector, sin que dé la sensación de que se está alargando artificiosamente y lo que sucede no acaba de contar con la variedad y hondura suficientes para mantenernos pegados a la historia. 

Además, esta ni siquiera me ha interesado demasiado. La de dos jovenzanos que en la Lima de principio del siglo pasado traman un ardid para engañar a Juan Ramón Jiménez, por muy cierta que sea, la verdad es que me da lo mismo. Incluso si, como parece que sucedió, Juan Ramón se enamora a distancia de la señorita limeña que se inventan los juerguistas. Todo para conseguir algún libro de poemas dedicado por el autor. 

No sé si alguien piensa todavía que lo verdadero debe ser verosímil. En "El cielo de Lima", Juan Gómez Bárcena no lo logra casi nunca. Menos, cuando a mitad de volumen la novela decae visiblemente y solo se sostiene en parte por la buena prosa del autor. 

Prosa que, como no podía ser de otro modo, ha perdido la tensión, elegancia y eficacia que me encantaron en sus cuentos. Porque sostengo, a pesar de todo, que Juan Gómez Bárcena es un buen escritor y estoy seguro de que en el futuro dará muestras de ello. 




Si la historia hubiera servido como excusa para profundizar, bien en la época, bien en los personajes principales, que tienen su atractivo pero no acaban de desarrollarse, solo de ese modo, digo, podría haber cobrado algún interés. Pero el autor desperdicia estas posibilidades por contar el devenir algo errático de los personajes, que no terminan de perfilarse con energía. Muy al final, no obstante, remonta algo lo floja que ha sido la segunda mitad del texto. 

De todos modos, "El cielo de Lima" ha gustado bastante por ahí y parece que se está vendiendo bien. Será que no tengo ni idea de literatura y todo se me hace solimán. Yo, por el momento, sigo esperando algo más acorde con su verdadero nivel. 

domingo, 5 de octubre de 2014

Marías y Cataluña




Javier Marías, el celebrado escritor, seguido por una legión de entusiastas lectores que no se pierden ni un solo libro que salga de su prolífica pluma, es un caso notable. 

Por un lado, creo que es el peor novelista actual que se me ocurre. Y no hablo de gustos particulares, sino del mero hecho físico de redactar un texto. Las pocas veces que me he atrevido a perder el tiempo con uno de sus libros he debido desistir, abrumado por una montaña de torpezas literarias que estomagan el espíritu más transigente. Y no soy uno de ellos, bien lo saben ustedes, abnegados lectores. 

Pongo un par de ejemplos del único truño suyo que conservo en mi biblioteca y que, por supuesto, no he conseguido acabar, ni mucho menos. Se trata de "Corazón tan blanco", publicada en Anagrama en 1992, uno de sus primeros éxitos. 

"La mulata, indecisa y confundida, volvió a mirar hacia arriba, ahora ya sin duda hacia mi izquierda, sin duda hacia el balcón que se había abierto y hacia los brazos fuertes que eran cuanto yo veía, los brazos largos del hombre en mangas de camisa, las mangas arremangadas, blancas, los brazos velludos, tanto o más que los míos. Yo había dejado de existir, había desaparecido, también estaba arremangado, me había subido las mangas al salir al balcón para acodarme, hacía rato, pero ahora había desaparecido por ser yo otra vez, es decir, por ser para ella nadie." 
(Pág. 30, aunque en la 31, varios párrafos después, todavía sigue hablando de los "brazos fuertes, velludos", con la misma prosa elegante).

O este otro: 

"El profesor Villalobos cambiaba constantemente de tema, no sin esfuerzo, pensé que estaba aburrido de nuestra compañía. Ya no debía de temer al fuego, porque el camarero le trajo la caja de puros, cogió sin dudarlo uno (conocía las marcas), no lo olisqueó (era un hombre educado, tampoco llevaba sortijas), se lo llevó a la boca -la boca mojada que está siempre llena y es la abundancia- y permitió que le acercaran demasiado a la cara una llama inmensa con la que se lo prendieron. Olía mal aquel puro, pero yo no los fumo. El profesor dio unas chupadas, y mientras lo hacía sus ojos volvieron a ausentarse o su cabeza a enterrarse en pensamientos oscuros. Tampoco ahora pareció insincero: cuando se quedaba abatido y callado se parecía un poco a aquel actor inglés que se suicidó hace años en Barcelona, donde Villalobos vivía, George Sanders era su nombre, gran intérprete. Quizá había vuelto a cordarse de que era desgraciado y de que eso no era algo que le hubieran contado, ni que hubiera leído, ni que se hubiera inventado, ni que formara parte de ninguna intriga".
(Págs. 254-255)

No sé si puede concebirse algo más ramplón, estúpido y pueril, pero ya lo he dicho: muchos lo adoran. Los debe de tener encandilados con esa verborrea suya de (mal) bachiller. Habría que aprender cómo lo hace: igual nos sacábamos unos cuartos embobando al personal. 

No obstante mi aborrecimiento por el novelista, he de decir que sus artículos semanales en El País son generalmente muy buenos. Concretamente, la semana pasado publicó uno sobre la cuestión catalana que me pareció soberbio. Mientras lo leía tuve la sensacion de que me estaba quitando las palabras (y los argumentos) de la boca. 

Fue sensato de juicio, correcto en la expresión, claro en los contenidos. Utilizó los muchos conocimientos que indudablemente posee para analizar una situación que a muchos fuera de Cataluña ha de tener despistados. Sacudió estopa a los de antes (Zapatero) y a los de ahora (Rajoy y compaña); a los de dentro (Mas, Esquerra y el papanatismo totalitario) y a los de fuera (el centralismo cerril que no sabe ver la gravedad de la situación y, menos, proponer alternativas), puso las cosas en su sitio y, en general, resultó reconfortante saber que,aunque no lo parezca, hay personas con dos dedos de frente en todos los sitios.

Cómo puede haber tal disparidad entre la prosa de ficción y el ensayo en un mismo escritor, no tengo ni idea. Parece caso de personalidad múltiple, como si el mentecato se transmutara a voluntad para ofrecernos excelentes muestras de periodismo. Sin embargo, tengo clara la conclusión: lean los artículos, nunca los libros de este peculiar personaje. Lo agradecerán.