martes, 9 de diciembre de 2014

El País, Tusquets, Juan Trejo y la madre de todas las chorradas.



Hace tiempo que no presto gran interés al suplemento de libros de El País, pero no conviene despreciarlo: de vez en cuando aparecen vestigios sutiles de lo que un día pudo o pretendió ser. 

Este sábado leí la reseña del último Premio Tusquets de novela, "La máquina del provenir", de Juan Trejo. Francisco Solano saca la navaja de Albacete y amaga a la yugular: "Después de leer, o más bien padecer, "La máquina del porvenir", a quien se le ha entregado (¿cómo serían las demás?) el X Premio Tusquets Editores de Novela, asalta la extrañeza de que dicho premio no quedara desierto". 

"...A la vista del resultado, no cabe sino afligirse del descrédito en qu incurre un premio que generosamente acepta como excelencia el batiburrillo, la inconsistencia, la arbitrariedad, la desproporción, la pereza estilística, la misteriosa certeza, el delirio cósmico, el esoterismo más beatón...", dice luego. Y lo trufa de citas del libro que fundamentan sus diatribas con bastante precisión, todo hay que decirlo. 

Vaya, que hace una reseña, o crítica, que casi parece de verdad.  Y no niego que "La máquina del porvenir" sea una filfa, que lo será, nadie lo duda, pero me huelo que por debajo de tanta profesionalidad hay otra cosa. Por ejemplo, que Tusquets no es de la cuerda de esa redacción. O que el tal Juan Trejo no viene apadrinado por quien debería para ser tratado con más benevolencia. Como se trata sistemáticamente, digamos, a los ganadores del Premio Planeta y otros de la misma casa. Sin ir más allá y pasar a otros premios puramente "literarios" que los planetoides nunca han querido ser, por supuesto. 

¿O es que ahora nos desayunamos con que todos los premios nacionales de cierta entidad están pactados entre agentes literarios, editoriales y gentuza de la misma calaña (1)? ¿Hay alguien medio puesto en el cotarro concursil que no esté al tanto (2)? Alguno habrá, supongo, pero no en este sistema solar. 

¿Como serían las demás novelas presentadas al Tusquets, querido Francisco Solano? Yo te lo diré: la mayor parte, muy malas. Pero me apuesto la paga de navidad a que entre ellas habría al menos una media docena de textos decentes. Textos de mucha mejor calidad que la bazofia que te han hecho tragar tan a pelo, sin directrices de "a este me lo tratas bien" o "cuidado, que hay intereses por medio". Lo habitual, sin ir más lejos. 

No, si es bien divertido leer este tipo de "críticas". Pero, por favor, no se me caigan del guindo a estas alturas de siglo XXI...


-----------------------------------------------------------------------------------------------
(1) Lo cual es otro ejemplo más de corrupción descarada, más aún cuando en muchos casos anda por medio el dinero de entidades públicas, que nadie parece interesado en investigar. 

(2) Recomiendo echar un vistazo a www.premiosliterarios.com; concretamente, su foro de "premios literarios". Aleccionador. 

"Posesión", de A. S. Byatt



Tengo frescas todavía las últimas imágenes de "Posesión", novela de A. S. Byatt que ha acompañado mis viajes de la última semana. Y he acabado con la sensación de haber leído algo importante. No perfecto, porque tampoco hace falta, pero muy bien escrito y con enjundia: rara avis en estos tiempos de mierda literaria (ver entrevista de hoy con Harold Bloom en El País y mi próxima entrada de este blog).

La historia no puede ser más libresca: Roland Mitchell, un investigador de ínfima categoría de una universidad inglesa topa un día con el esbozo de unas cartas que escribió un siglo y medio antes el autor en que se está especializando, Randolph Henry Ash. Le resulta estimulante, pues muestra una faceta del poeta victoriano que nadie había sospechado hasta entonces. 

Con ayuda de Maud Bailey, una profesora y feminista a quien conoce cuando busca más datos para saber quién era la destinataria de la carta, descubre la figura de Christabel LaMotte, receptora de las mismas y alguna otra cosa más que no desvelo para que quien desee leerla, cosa que recomiendo encarecidamente, encuentre sus 542 páginas más estimulantes, si cabe. 

El tiempo histórico se va mezclando con el "real", con las relaciones y peripecias de unos personajes que parecen obsesionados con la posesión de las cartas, unos, con el conocimiento de la intimidad del añoso poeta, los demás, y en general con no vivir sino de manera vicaria, por delegación, abismados en minucias librescas que, en un episodio final de gran calidad, enlaza ambos mundos, ambas épocas, de manera brillante, emotiva. 

Lo siento, no puedo decir más. Salvo que voy a pillar todo lo que encuentre de A. S. Byatt. Aquí hay un nivel que no se ve todos los días. 



martes, 2 de diciembre de 2014

Elogio del desastre.


Tenía la idea de escribir sobre el cambio, pero sin nada concreto en la cabeza. Sucede que últimamente estoy atravesando una de esas temporadas en que no hay tiempo para otra cosa que vivir, y a veces ni siquiera. Demasiada transformación que exige mano firme para que no se apodere de la realidad y la lleve en volandas. Definitivamente, falta el sosiego que siempre me ha gustado administrar con largueza y, por ello, todo lo demás se resiente. 


No obstante, temo que las mudanzas estén cogiendo a muchos con el paso cambiado. Recordaba el otro día, viendo una foto de la época de la primera movida, lo que ha cambiado la vida desde el año 80. Sobre todo, en el aspecto inmaterial. Esa ligereza impuesta por decreto, ese petardeo, esa ebullición, tanto derroche de vida y creatividad... Detesto aquella juventud tanto como la echo en falta ahora, en esta grisura torpe que parece alargarse para siempre. 

En realidad, supongo que el único paraíso es el pasado, y anidan demasiadas sierpes dispuestas a amargarnos la estampa ideal. Además, es inalcanzable. Todo se va descomponiendo, muchas veces para mejor. Deseo que estos últimos seis años pasen por la memoria como los peores de mi vida, aunque sé que no es cierto. 



Peor fue la segunda mitad de los setenta en aquella Zaragoza absurda, anodina, castrante. Vuelvo allí cada par de meses y todavía no logro quitarme ese viento gris de la cabeza. Está en la Feria de Muestras de todos los otoños, la Plaza del Pilar con sus guiñoles, que eran bucle de unas mismas burlas trasnochadas, año tras año. La tienda de Toldos Serrano, aquella tapia infinita al arrancar la carretera de Logroño, el Coso degradado y hostil, la nada más absoluta tarde tras tarde de paseos por el Parque. 



Ese vacío se enroscaba en la garganta y no dejaba pensar, escapar de allí. Creo que todavía me asoma a los ojos cuando no puedo escribir, cuando se me ocurren las ideas pedestres que llevan semanas rondando el caletre y no logro desecharlas. 

En serio, deseo que el cambio inminente arrase con ciertos brotes de antaño. Deben ser aniquilados de raíz. Han hecho demasiado daño.