jueves, 28 de mayo de 2015

Muerte en el instituto.



El caso del I.E.S. ciudad de Jaén es otro ejemplo más de cómo la administración (educativa, en este caso) trata a los administrados y de quién paga el pato cuando algo que estaba mal organizado por los primeros se va a tomar viento. 

Porque es un clamor insostenible la dejación a la escuela pública y el favoritismo con la privada (concertada o no) que ha mostrado desde siempre el PP madrileño. No hace falta que cite los 900.000 € (creo que era esa cifra, u otra parecida) que se llevaba el otro sinvergüenza por cada autorización de abrir un colegio privado, o el hecho de que no se ha reducido sensiblemente el gasto en educación en esta Comunidad durante los años de crisis y, sin embargo, los institutos y colegios públicos cada vez tienen menos medios humanos y materiales. 

¿A dónde va el resto del dinero? Evidente: a la privada. Y a hacer campañas publicitarias absurdas con un coste de bastantes millones de euros para promocionar algo tan consabido como la libre elección de centro. 

Pues bien: sucede la catástrofe, esa pobre chica se suicida porque un pre-delincuente la está acosando, se organiza el consiguiente revuelo y ¿quién tiene la culpa? ¿Los que permiten que un centro con 1.200 alumnos (¡y qué alumnos!) se degrade por falta de atención sistemática? No, por supuesto. La culpa la tiene el equipo directivo del centro, los muy desalmados, que no dieron los pasitos reglamentarios y no rellenaron y enviaron (dicen) los papeles (1) que pasaportan directamente al chaval involucrado en un asunto tan feo a Fiscalía de Menores: reclusión en centro cerrado, y tal. A lo tajante. Solo que si luego resulta que no se prueban las acusaciones, el acusado puede incluso denunciar al equipo directivo. 

¿Y quién controla a los inútiles (léase: Consejería de Educación; concretamente, Dirección de Área Territorial Madrid-Capital, a cuyo frente está por méritos de guerra (2) Dña. Belén Aldea) que han causado en último término la situación? 

Porque ellos enseguida exigen responsabilidades de todo tipo a quienes no dan nada. Nunca. Por ningún concepto. Y sé bien de qué hablo, por desgracia. Pero a la hora de asumir la culpa, eso es otro cantar. 

El caso del I.E.S. Ciudad de Jaén es emblemático: un solo orientador para 1.200 críos de armas tomar, falta de profesorado, de medios materiales, de medidas pedagógicas de todo tipo. Así es muy fácil apuntar con el dedo y decir que algo está mal hecho. Me gustaría saber con qué ánimo acuden los profesionales de la enseñanza todas las mañanas a intentar dar clase en ese zoo. Yo, en su lugar, me daría de baja por depresión. 

Por eso, entre otras muchas cosas, es tan grave que los mismos PPatanes sigan al frente de esta Comunidad. 

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(1) A pesar de atender a la familia de la acosada y aconsejar que denunciaran los hecho a la policía, cosa que al parecer hicieron en dos ocasiones. 

(2) Si alguien no sabe a qué me refiero, que revise el historial reciente de esta señora y averigüe por qué méritos está en ese cargo. No hay más que decir. 

martes, 26 de mayo de 2015

Pequeño vals vienés, o cómo mezclar Lorca, Cohen, Morente y Lagartija Nick.


Me parece apropiado consolar las ansiedades de hace dos días con la intensidad logradísima de esta versión, que considero tan impresionante como la original, cuando menos. 






                      ¿O no?





Por cierto: he vuelto a releer "Doktor Faustus", de Thomas Mann, por enésima vez. Para mí que es su mejor novela. Y, harto de semidecepciones políticas y mensajillos de baja estofa, nada mejor que esa obra monumental para aligerarme de melancolías. Ya hablaré un día de ella; creo que en este blog no la hemos catado aún.

jueves, 14 de mayo de 2015

Mr Hollande no va en bici...




En su lugar, se ha plantado en La Habana con 7 ministros de su gabinete y los presidentes, entre otras, de empresitas de poca monta como Hoteles Accor, Air France, Carrefour, y, si te descuidas, hasta con Alain Afflelou. Para apoyar el proceso de diálogo con Estados Unidos, dicen. ¡Ja!

Pero aquí, nuestro presidente se dedica a hacer el ridículo en bicicleta y con un traje de lo más in. Cuando queramos enterarnos de algo referido a Cuba, o lo hacemos en inglés o en francés. Ya nos han quitado el sitio. 


martes, 5 de mayo de 2015

"La grandeza de la vida", de Michael Kumpfmüller, en Ed. Tusquets. Trad. de Belén Santana.



El escritor alemán Michael Kumpfmüller, de quien hasta ahora no conocía nada, ha escrito una destacable novela que relata los últimos meses de vida de Franz Kafka. 

Un empeño memorable, ya que la buena parte de la documentación epistolar de esa época ha desaparecido (en concreto, toda la correspondencia mantenida con Dora Diamant, su última compañera y gran amor hasta su muerte, que fue requisada por la Gestapo) y los familiares directos del escritor, como bien se sabe, fueron asesinados por los nazis en Chelmno y Auschwitz.

El escritor trabaja en tono menor, con aparente humildad, como si no quisiera espantar los momentos. Desgrana los instantes en fragmentos breves que, siempre en orden cronológico, van creando el universo de una relación que fue todo lo apasionada que dejaban las circunstancias y también la notación minuciosa del período final de la tuberculosis que acabó con Franz Kafka en junio de 1924. 

Crea un pavor íntimo, sosegado, una calidez inusual que, a despecho de las tremendas circunstancias vitales y políticas de esos años en el Berlín de la República de Weimar, consigue una sensación de hogar, de vida común, de proyecto de futuro imposible. 

Nada es llevado al extremo del patetismo o la grandilocuencia. Menos aún, de la sensibilería en que fácilmente podría haberse refugiado. La prosa es delicada y, sin embargo, firme: no deja de nombrar directamente cuanto sucede, los recovecos de la mente de un escritor que apenas se deja ver sino como persona, como enfermo, como amante. Predomina lo cotidiano. 

El punto de vista es cambiante. Tan pronto aparece el narrador como se introduce en la mente de Kafka o de Dora y, sin grandes violencias, deja que permeen sus inquietudes. Estas casi solo tienen que ver con la oposición familiar (de ambos) a esa relación condenada de antemano, o con las miserias económicas y cambios sucesivos de domicilio y de sanatorios que se suceden en esos escasos meses de vida en común. 




Me da la impresión de que cualquier cosa que diga no va a dar una idea correcta de esa estupenda novela. Michael Kumpfmüller es un excelente escritor. Sostenido, conciso, incluso ameno hasta donde es posible con un tema tan poco propicio a jolgorios. Su conocimiento de la técnica lo ejerce con mesura, sin dar lugar a que la narración baje de nivel o se estanque en circunloquios o necedades, peligro evidente que sortea con eficacia. 

Se hace imprescindible leer "La grandeza de la vida", y leerla con calma.