domingo, 25 de enero de 2009

Lindezas II



...De donde se deducen varias consideraciones.

Como que el escritor -el creador, en general- no tiene por qué ser un experto en su materia, ni siquiera necesita pasar de lo que se podría considerar un buen aficionado. Sin embargo, creo que sí debe ser un excelente lector.

Un lector sin demasiados complejos, capaz de apreciar las fuentes más variadas y que, ante todo, disfrute y conozca la tradición -lejana y próxima, tanto da- para no decir barbaridades como las que he escuchado sobre figuras indispensables de nuestra literatura a Andrés Trapiello, pongamos como ejemplo cercano y conocido allende la provincia. O quizás fue sólo finura lo que le faltó. De todos modos, podría habernos ahorrado el placer de su "continuación" del Quijote. En fin, vamos a dejarlo, que luego me busco enemigos. Aunque, dado su natural deleitoso y madura disposición ante los que considera sus "rivales", casi parece oportuno reseñarlo.

Ahí es donde radica la diferencia entre tiempos no tan alejados y la actual patulea de escribientes: en la ignorancia de la tradición por parte de muchos de ellos. No digo " de los clásicos", pues parece cosa apolillada y poco actual, pero es que una obra se considera tal cuando ha trascendido su época, las circunstancias concretas que la forjaron, la apreciación o frialdad de sus contemporáneos. Entonces pasa a tener una entidad intemporal, ajena a localismos y querellas anodinas. Entonces se hace clásica y tiene algo que nos atrae décadas, siglos, milenios después. Que se lo pregunten a Gilgamesh.

No conocerlos es empobrecer de tal modo los recursos que aboca una producción literaria a no ser tenida en cuenta nada más desaparece de las mesas de novedades, suponiendo que haya accedido a tal honor. O a descubrir el Mediterráneo sin tregua. Esta vez no pongo ejemplos, y no porque me falten. Es que a veces soy comedido.

Claro que también están quienes reivindican la literatura de usar y tirar. Me gustaría saber qué convencimiento íntimo les lleva a lanzarse por ese acantilado. ¿Lo aventuro? No; mejor, otro día.

1 comentario:

Andrés Glez. Déniz dijo...

Yo opino que la literatura basura o fácil de digerir triunfa porque como se dice en el Eclesiástico el número de estúpidos es infinito. Los buenos escritores, salvo error que lleve a la confusión del éxito, son para las élites de las minorías, es decir, minorías dentro de las minorías.