jueves, 30 de junio de 2011

Experiencias tubulares


Fue una experiencia llamativa la de ser introducido en el tubo del resonador magnético. 

Al agobio del encierro (no es cosa baladí que te ofrezcan una suerte de pera para avisar si llegan los monstruos y necesitas salir de urgencia) se unen los ruidos diversos, esas desconexiones de los imanes secundarios que aniquilan toda ocasión de pensar de modo organizado. 

Acabé inventando rimas siguiendo la secuencia de bramidos. Luego las recomponía y cantaba por lo bajinis. Y no había modo de que ese coñazo acabase, porque al poco se repetía una y otra vez, aunque con variaciones en la serie de aldabonazos. Eso era muy entretenido. De verdad que sí. 

Ya me han dado los resultados. No hay evidencia de nada de lo que se buscaba pero, como siempre, sí ha aparecido algo inesperado que otro especialista tendrá que valorar. Ambas cosas suelen suceder. 

El informe, sucinto, escrito en galimatías absurdo, habla de discretos elongamientos basilares y otras gaitas, pero me llamó la atención una pequeña lesión hiperintensa subcortical bifrontal de naturaleza vascular. El médico habló de ligera isquemia y ahí ya sonaron alarmas. "Nada de importancia, pero debe valorarlo el neurólogo", repitió. Así nos quedamos muy tranquilos. 

O sea, que no sé qué cosa ha muerto ahí dentro pero, a tenor de lo razonablemente que me funciona el caletre, parece que ya no la necesito. ¡Hay que joderse con la naturaleza, que afición tiene por lo superfluo! 


sábado, 25 de junio de 2011

Mientras espero.



Llevo demasiado tiempo esperando en aeropuertos, me temo. Las luces siempre insuficientes, ese aire acondicionado artificial, sus cafeterías de espanto... 

Las salas de espera consiguen que cualquier pensamiento resbale por sus suelos repulidos y desaparezca en un panorama de plástico y conversaciones desmadejadas. 

Uno, abrasado de tedio, radiografía los paneles de anuncios con los vuelos retrasados y por más que mire no consigue que se transformen esos minutos congelados, cuartos de hora perennes, medias que petrifican la visión y deshacen el sentido de uno mismo. Ya no son tiempo. Ya no soy nadie, agregado a una masa de viajeros que esperan como yo, siempre en movimiento y siempre estáticos. 

A veces, creo reconocer un rostro ¿Algún conocido ocasional, un compañero de trabajo, quizás el vecino que se fue hace años? Ni hablar. Simplemente, alguien que lleva esperando casi tanto tiempo como yo y ya he retenido sus facciones. Nos miramos, reprimiendo bostezos simétricos. 

Al final, acabaremos saludándonos y hablando de cualquier trivialidad, por pura desesperación. 

jueves, 23 de junio de 2011

-¿Milagro? -¡No, industria!



Era vieja, estaba algo estropeada, le di un último golpe y murió. Tuve que comprar otra, más potente que la anterior. Paradójicamente, los problemas con la ropa empeoraron.

Lo que antes era tosco y simple, con la nueva plancha ultramoderna se volvió delicado y sensible. La primera legión de arrugas apareció en una simple camisa de entretiempo que nunca antes me había castigado. Fue peor con las perneras de los pantalones. La doble tela aumentaba las posibilidades de error, y era cosa de ver cómo el trabajo impecable se revelaba corrupto y zafio al dar la vuelta.

Decidí que los paseos militares de otro tiempo habían acabado. A partir de entonces, se trataría de un trabajo menos forzado y de disposición más adecuada, de recursos varios, de negociación con los dobles, las arrugas, los tableados y cortes asimétricos. 

Debía establecer una estrategia apropiada, convencer al tejido de que esa posición, si bien poco ortodoxa, aunque no nos gustara a él ni a mi, era proclive al allanamiento o procuraba acceso a rincones protegidos. Debíamos inventar otro marco de relaciones.  

Las cosas empezaron a mejorar. Sin embargo, no debía dormirme en los laureles. A la que prestaba atención a una arruguita pequeña en el frunce de no sé qué descuidaba la gran extensión de la pechera y ¡zas! tremendo pliegue que no se deshacía con el consabido chorrito de agua ni con las nubes de vapor ultrapotente. 

Había que saber de qué problema ocuparse primero, a qué dar todo el mimo y qué dejar para más adelante. Tuve que ceder para poder ganar. 

Es un problema grave el que los prohombres (y promujeres; habrá que inventar el término) de este país no planchen nada. Si lo hicieran a diario aprenderían bastante sobre la vida real y sobre sí mismos. 

La ultraderecha mediática (ésa que tiene tantas portavocías digitales*  por obra de Aznar, Aguirre y otros, no lo olvidemos) ha puesto a caldo al gobierno por negociar con vascos y catalanes la reforma de los contratos laborales. Los del PP también insistieron en esa línea, como si nunca lo hubieran hecho ellos mismos, incluso con los mismos etarras. Y en todas las demás, justas o estúpidas, por supuesto. Para ellos sólo vale lo que se decide de acuerdo con sus intereses y sin consenso. No sea que cambie una coma y pierda su sazón. 

En fin, he decidido que no es que yo sea lento planchando. Es que negocio mucho.




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* Digitales, por haber sido adjudicadas a dedo, como era habitual en tiempos más oscuros que ahora no les viene bien recordar. 

Maquillaje de cercanías.





Lo he observado varias veces. A primera hora de la mañana, la mujer se sienta al lado. Parece algo dormida pero encadena los gestos con extraña precisión. 


Lleva consigo un bolso repleto de cosas imprescindibles. Comienza a sacarlas: un espejo redondo muy pequeño con el que se escruta el rostro durante unos segundos, minuciosamente, hasta que algún detalle entrevisto la hace reaccionar. Busca entonces un pequeñísimo pincel, toallitas, varios botes coloreados que abre con decisión y deposita en equilibrio perfecto, a pesar del traqueteo. 


También hace falta una brocha, y al cabo aparece de entre las profundidades, pero no, mejor con el dedo. Comienza a extender el rubor sobre las mejillas. Define, perfila, retoca, suaviza, unifica. Los labios son tarea de precisión, y los siluetea con un finísimo pincel antes de rellenar el espacio enmarcado con otro más grueso, plano, igual de preciso. Da infinidad de pasadas sutiles. Observa el resultado. 


Prosigue con los ojos. Hay lápices de varios tamaños y colores que sopesa y desecha hasta dar con el estupendo. Luego llegan las diversas sombras, que también le exigen un esfuerzo considerable. Primero, una clara para el interior. Otra de color terroso en la zona externa del párpado. Una tercera que ya no logro identificar con el evidente propósito de hacer más coherente el dislate cromático que ¡oh, maravilla!, empieza a parecer una sombra de ojos como las de cualquier mujer que te encuentras por la calle. Y yo sin sospechar el ingente trabajo, la erudición lúcida que hacen falta para lograrlas. 


Es un proceso mixto entre la efusión de coquetería, lo vulgar y el espectáculo circense, con sus dosis de suspense incluidas: ¿acabará sacándose el ojo con el perfilador? 


No por ello deja de ser absorbente. Hechiza al espectador involuntario de tal modo que en todo el trayecto apenas puede pensar otra cosa que dónde encontrará el próximo potingue y en qué misterioso rincón de su rostro sabrá aplicarlo con eficiencia. 


En un momento dado volví la cabeza y vi que había no menos de seis personas tan embobadas como el que suscribe siguiendo sin parpadear las maniobras de la señora. 


Lo que me lleva a pensar que o bien nadie tiene nada mejor que hacer a las siete de la mañana o que la aplicación minuciosa y diestra para conseguir la inepcia sigue siendo subyugante.


 

martes, 21 de junio de 2011

Cecilia Bartoli



En fin: si no lo pongo, reviento. No es que sea mi tipo de música preferida en los últimos tiempos, pero la interpretación de la Bartoli es tan apabullante que no hay más que rendirse a la mejor mezzosoprano del mundo. 



domingo, 19 de junio de 2011

Jorge Semprún.





No lo quiero evitar. A veces sienta bien hacerse daño. Releo "El largo viaje" y, buscando el episodio de los niños judíos acosados por los perros de las SS, encuentro lo siguiente: 


Yo estaba de pie en la gran plaza donde formábamos, ahora desierta, era el mes de abril y ya no tenía ninguna gana de que aquellas muchachas vinieran a visitar mi campo, aquellas muchachas con las medias de seda bien estiradas, con las faldas azules bien ajustadas a las caderas apetitosas. Ya no tenía ninguna gana (...) Tenía ganas de que se largaran, simplemente. 
-Pues parece que no esté tan mal -dijo una de ellas en aquel momento. 
El cigarrillo que yo estaba fumando adquirió un penoso sabor y pensé que, pese a todo, iba a enseñarles algo. 
-Síganme -les dije-. Y me encaminé hacia el edificio del crematorio. 
-¿Esto es la cocina? -preguntó otra muchacha. 
-Ya verán -contesté. 
(...)
Hago pasar a las muchachas por la puertecilla del crematorio, la que conduce directamente al sótano. Acaban de comprender que no se trata de la cocina y se callan de repente. Les enseño los ganchos de donde suspendían a los compañeros, pues el sótano del crematorio servía también de cuarto de tortura. Les enseño los vergajos y las porras, que siguen en su sitio. Les explico para qué servían. Les enseño los montacargas que llevaban los cadáveres hasta el primer piso, justo frente a los hornos. Las muchachas ya no tienen nada que decir. Me siguen y les enseño la hilera de hornos eléctricos y los restos de cadáveres semicalcinados que han quedado en los hornos. Apenas les hablo, les digo solamente: "Aquí está esto, ahí esto otro". Es necesario que miren, que intenten imaginar. Ya no dicen nada, tal vez ya están imaginando. Es posible que incluso estas señoritas de Passy y de "Mission France" sean capaces de imaginar. Las hago salir del crematorio al patio interior rodeado de una valla muy alta. Allí ya no les digo nada en absoluto, les dejo que miren. Hay, en medio del patio, un hacinamiento de cadáveres que alcanzará tal vez los cuatro metros de altura. Un apiñamiento de esqueletos amarillentos, retorcidos, los rostros del espanto.


Quien escribió estas líneas salvajes y bellas, un español de bien, ha muerto hace unos días. Sólo quería recordar. 

Russian Red. Let's talk about politics...





Gran drama: parece ser que la chavalita apodada Russian Red, que tan bonita voz y tan buen acento inglés tiene, es de derechas. Lo confesó en una entrevista y medio país se ha escandalizado.

 A mí, personalmente, no me extraña en absoluto. Por un lado, y mal que nos pese, hay una porción de jóvenes, todavía minoritaria pero llamativamente grande, que se decanta hacia el conservadurismo. No en asuntos morales o sociales, pero sí en la política rastrera de todos los días. 

Follarán como conejos y abortarán de extranjis, serán solidarios o simpatizantes con causas bien vistas, tendrán ideas sobre economía y empleo y que los acercan más a IU o a la Puerta del Sol pero, a la hora de votar, prefieren a quien desea conculcar esos derechos, tan duramente conseguidos, antes que a la desfallecida izquierda del momento. Uno puede considerarlos tontos de capirote, analfabetos en política, historia y lo que se tercie, traidores a su esencia, pero ahí están. Tercos como mulas: yo soy de derechas.

Esto me recuerda la actitud de ciertos grupos musicales de la época de la movida, que no dudaban en declararse fascistas, afines a Alianza Popular o a Falange Auténtica. Casi todos sacaron en su momento réditos de estas afiliaciones sentimentales, pero ése es otro cantar. Su intención evidente era provocar al personal. Una postura estética, ante todo. 

En fin, no dudo de que es signo de los tiempos. Entre los menores de 25 años hay un pavoroso (o estimulante, según se mire) vacío de mitos e ideologías, pero también una enorme falta de curiosidad y de ganas de hacer cosas sin recibirlas empaquetadas y mascadas digitalmente. Esto me preocupa más.

De otro lado, no me extraña en absoluto que esta chica tan modosa y poco afectada por las derivas del momento histórico pueda ser demasiado acomodada y establecer los referentes vitales con una sorprendente anemia intelectual. Todo lo que piensa, sea ésto mucho o poco, lo dedica a su mundo intimista, a la búsqueda de la expresión personal (1).




 Me parece una opción vital y estética que no comparto, pero que sí consumo como cliente de productos culturales. Por lo que no tengo derecho a denostar sin más ni más. 


Porque, si a la hora de escoger un libro o un disco tenemos que tener en cuenta la derrota política del interfecto, lo llevamos claro. Yo, por ejemplo, cada día soy más ateo. Sin embargo, no dejo de leer a Fray Luis de Granada, a San Juan de la Cruz o al Paravicino. Concretamente, hace poco compré en Zaragoza una excelente edición de las obras completas de Santa Teresa de Jesús que me tiene encantado. Y no por eso dejo de pensar como pienso en esas materias. 

Otros de mis autores favoritos son J. L. Borges o E. Jünger; ambos, reconocidos conservadores. ¿Y? ¿Voy a tener que rendir cuentas a alguien por estas desviaciones?


Si lo que importa es la escritura, o la música, en el caso de Russian Red, ¿qué más da lo que proclame respecto a tal o cual opción política? La prefiero a ésas que van de guays por la vida, confiesan ser apolíticas y, a la que se les rasca la pátina de modernez, son más fachas que Blas Piñar. 


De todos modos, y ya que vamos de sinceros en esta entrada, creo lamentable que una persona joven esté tan poco dispuesta a entender la existencia en otros parámetros que la reacción y el conservadurismo (que no lo es sólo en política, no lo olvidemos). 


Porque ser progresista también supone tener una visión de la sociedad, del mundo y de la propia vida en términos de apertura, de experimentación, de ganas de liberarse de imposiciones. De voluntad, en definitiva, de descubrir lo que no nos ha sido dado o de cambiar lo que nos fastidia. 


Si consigue todo esto cantando con su guitarra, ¿por qué no lo amplía al resto de actividades intelectuales? 




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(1) ¿Por qué la sensibilidad y la autointrospección han de estar reñidas con la atención a causas que como joven española del dos mil once deberían afectarle? No veo la contradicción, pero allá ella. 

lunes, 13 de junio de 2011

Muy desmotivador.

Esta temporada, la moda femenina en calzado está dando serios disgustos a los que, bien por oficio, bien por afición, nos fijamos en esas historias.  


Porque no pretendo pasarelas cibeles en plena calle pero, por favor, sí un poquito de nivel. ¿Hay algo más descorazonador que ver los plataformones con cuñas espantosas, para más inri elaboradas en esparto, que asolan los pies de cualquier fémina que pretenda ir a la moda? 



El colmo llega cuando se plantan un agujero delante, el famoso peep toe que alguien que odia a las mujeres debió de inventar para que todas parecieran marujas de pueblo en los años sesenta. Ahora perseveran en la intención. 






Por no hablar de esas bailarinas prácticamente sin tacón que envilecen la figura de la inmensa mayoría. Algunas, con lacitos de inverosímil cursilería; otras, con lentejuelas o pedrería que no sé qué pretenden aparentar o embellecer, pero a fe que no lo consiguen. 








Además, las hacen con cada vez menos material sobre el empeine, cada vez son menos zapato y mas carne desperdigada a los lados, pies con volúmenes más anchos y bastos, más aldonza lorenzo y menos dulcinea del toboso, para entendernos en términos clásicos. Un espanto. 


Y es que, cuando ya se descubren los cuerpos y aparecen las piernas con sus shorts indomables, las telas leves y más ceñidas, esa mezcla de rotundas formas juveniles con la ñoñez cutre-mesetaria del esparto dan bajona al más emocionado. 


Así no se puede ser un profesional del ojeo. No señor. 

martes, 7 de junio de 2011

Antígona. A. Torres Blandina. "Mapa desplegable del laberinto".



La librería Antígona (C/ Pedro Cerbuna, 25, frente a la Universidad) es sin duda la mejor de Zaragoza. 


Por varias razones pero, ante todo, porque tiene un excelente "fondo editorial". Es el único sitio, desgraciadamente, donde puedes encontrar (o hacerte traer) libros mal distribuidos, publicaciones fuera de los cauces masivos del mercado, títulos agotados en las demás librerías "mainstream". 


También porque Pepito, su propietario, es una máquina de precisión en todo lo que se refiere al mundo editorial y un tipo culto, buen conversador y capaz de aconsejar con gusto sobre asuntos literarios (y musicales: cada vez hay pilas de cedés más altas en su mostrador). 




Además, porque conserva en cierta medida ese aire de librería antigua, en apariencia algo desordenada pero siempre fructífera si te dejas sumergir en sus pilas de libros. No muestra los anaqueles impolutos, llenos de espacios vacíos y novedades de colorines. Ni falta que hace. Es una librería para buenos lectores, no para aficionados de ocasión. 




Concretamente, hace unas semanas estaba rebuscando entre los rimeros de libros de su "mesa de novedades" y cayó en mis manos el de un tal Alberto Torres Blandina, "Mapa desplegable del laberinto" (Ed. Siruela, 2011). 


De acuerdo, a mí tampoco me sonaba. Lo hojeé y me pareció que se sostenía tras la prueba habitual de la "apertura súbita". Pregunté a Pepito y me dijo que acababa de llegar esa mañana. Todavía no tenía referencias. Y lo compré, pensando que otra vez picaba con un tontuelo modernillo de los comunes en otras editoriales que detesto. 






Para nada. No voy a decir que "Mapa desplegable del laberinto" sea una obra fantástica, pero sí me ha sorprendido gratamente. Su tema casi único es el amoroso, a través de tres personajes jóvenes de vidas entrelazadas que van alternando sus voces. Y posee una cuidadísima arquitectura narrativa que lleva con la mayor eficiencia, de modo que las debilidades argumentales y, sobre todo, la falta de mayor ambición en los temas y de alcance en los bloques narrativos, no dejan que descarrile. 


El autor demuestra que tiene madera. Quizás, insisto, con demasiada levedad en el planteamiento, pero domina la técnica y sabe hacer hablar a los personajes sin que se note demasiado la mente (masculina) por detrás. Ése es uno de los aciertos: la capacidad de introducirse en la mente de sus figuras, dándoles una densidad psicológica que parece extraña en historia tan fragmentada, tan ligera, tan contemporánea. 


Una novelita recomendable, sin duda. 



domingo, 5 de junio de 2011

Ahora me viene todo...

Al despertar me ha venido un flashback, un fogonazo del concierto de anteayer.


Al final del concierto, interpretando el famosísimo villancico "Rodrigo Martines", hay un momento en que se canta:


Rodrigo Martines
a los ánsares, ¡ahe!

Pensando qu'eran vacas,
silvávalas, ¡He!

A lo que la soprano, muy digna ella, se llevó los dedos a la boca y pegó un chiflido vaquero que ni en el encierro de mi pueblo. 

Y en otro momento, los dos tenores, el barítono y el contratenor cantando a coro:

Tres moças de aquesta villa
desollavan una pija
para mangas a todas tres.

Desollavan una pija
y faltóles una tira 
para mangas a todas tres. 




O reteniendo al tenor que en "Fata la parte" se deja llevar del arrebato y casi cae del escenario, persiguiendo al amante de su esposa, que responde: 

Assai mal me pare lui encornudarte. 




No, si hay que reconocer que la música antigua es un verdadero aburrimiento...

sábado, 4 de junio de 2011

Frank Zappa para octubre.





A ver, nenes, ¿qué decíamos respecto a Frank Zappa en la entrada de 2/5/2011? 


Pues bien: hojeando la próxima temporada de conciertos, resulta que el Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) en su Series 20/21 programa en primer lugar al tío Zappa. 


Concretamente, en el concierto inaugural, el 4/10/2011, a la vez que presenta su nuevo conjunto instrumental. Ya os podéis imaginar quién no tiene la menor intención de perdérselo. Además, el programa es la leche:


- Maurice Ravel/Frank Zappa. "Bolero".
- P. Boulez. "Éclat".
- J. José Colomer. "Semana Santa en Gomorra".
- E. Varèse. "Déserts".
- Frank Zappa. Suite de "The Yellow Shark", "Be-Bop Tango", "Outrage at Valdez", "Welcome to the United States" y "G-Spot Tornado". 


Chica rumiante, Juanjo: ¿a que da asco tener tanta razón? Pero qué asco más rico, de verdad. 

Despendole renacentista.





Uno sale del Auditorio Nacional de Música de Madrid, con toda la seriedad que dan tantas mayúsculas, llama a quien no pudo asistir y le espeta: "No sabes lo que te has perdido. Una juerga de las buenas". "Pero ¿no ibas a un concierto de música renacentista?" 


Desde luego que lo fue. Y de primer nivel, con la Capella de Ministrers en estado de gracia. Pero resulta lo de siempre: que si hay buen hacer, pasión, amor por la música y un mínimo de armonía interna, el trabajo de interpretar se vuelve placer. Da igual que sea música antigua o concierto de pop indie. Los músicos lo pasan bien, tocan mejor, hacen bromas, se divierten y encandilan al público. No puede ser de otro modo. 


Y por momentos la actuación de ayer por la tarde se pareció más a un concierto en la Moby Dick que al consabido espectáculo serio para exquisitos con caras muy expertas languideciendo de saber.  





Pásmense, porque todo el concierto estuvo dedicado al "Cancionero de Palacio", de la época de los Reyes Católicos. Hubo romances y villancicos, de aire serio y elegantes algunos, de tema jocoso y propios de danzas aldeanas, otros. Y bien verdes que eran los súbditos de sus Majestades, por cierto. Y divertidos. 


Para resumir, que todavía estoy demasiado encendido con el subidón: una de esas ocasiones en que no sólo escuchas música de altísima calidad, sino ejecutada con maestría y con un evidente afán por entusiasmar al oyente. A fe que conmigo lo lograron. Y no fui el único: el público aplaudió tanto que nos concedieron dos bises, también vitoreados por el que suscribe







Dato al margen: me encanta ver que acuden niños al Auditorio. Ayer tenía al lado a una parejita de rasgos orientales que se lo tuvieron que pasar bomba. ¡Quién hubiera tenido esta oportunidad a los siete u ocho años!