viernes, 15 de enero de 2010

Ramírez Arellano, 37



Está cerca de la M30. Muchos días me quedo contemplando su figura elegante, algo embutida entre jardines y bloques de edificios bastante más altos. A pesar de todo, impone. La distancia ayuda a percibirlo.

Al principio me encantó su soltura de líneas rectas, la funcionalidad sin demasiado misterio de esa fachada de cristal enjaulada por vallas horizontales. Me atraían las terminaciones irregulares en los laterales, como si fueran barandillas descompuestas por una aparente imprecisión -muy buscada, desde luego: la arquitectura no deja flecos, no hay tal azar.

Ahora lo contemplo de otro modo. No me desagrada todavía pero se me ha metido en la mollera que ese detalle es mero manierismo e incluso un algo afectado, otra forma de contentar al poderoso que se decide a construir un edificio moderno ma non troppo.

"No nos vayamos a deslizar por la pendiente experimental.Tiene que ser funcional. Y bonito, ¿eh? Sobre todo, vistoso, a la par que elegante".

Otro día hablaremos del concepto de bonito. Y de la elegancia, por qué no.




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