sábado, 2 de octubre de 2010

Héroes



Ese tal Jesús Neira, profesor de la universidad Camilo José Cela, si la memoria no me falla, ha perdido su oportunidad. Fíjense ustedes en si aquel dos de agosto de hace dos años, en lugar de entrometerse en una delicada paliza entre novios -según Violeta Santander, la agredida, eso debía de estar sucediendo- hubiera pasado de largo o, simplemente hubiese marcado el teléfono de la policía, que es lo que cualquiera con una pizca de sentido común habría hecho ...

...O, mejor todavía, si hubiera muerto poco después a consecuencia de las heridas recibidas por el delincuente, un tal Antonio Puerta. Ahora todos lo considerarían un héroe indiscutible y se pegarían por poner su nombre a calles y colegios.

Pero no; tuvo que intervenir, de lo que recibió la brutal paliza. Y tuvo que sobrevivir. El destino le había ofrecido una oportunidad de quedar bien con los demás, pero la desaprovechó.

El resto, su ensalzamiento al limbo del facherío madrileño, sus groseras declaraciones de tinte ultra y la final defenestración como el payaso borrachín y cuasi-delincuente en que ha quedado su aureola de héroe cívico -porque eso de conducir bebido no es una broma para los demás, por mucho que Aznar y Neira se empeñen en negarlo- es bien conocido.

Paradójicamente, su cénit lo alcanzó cuando se encontraba en coma y nadie pensaba que fuera a sobrevivir. Ascendió de los abismos como un héroe para mezclarse con el barro de su misma estupidez sectaria. Se dejó manipular por el PP madrileño, ahí es nada lo Mefistófeles, con lo que su caída estaba cantada. Pero él, soberbio, ciego de hybris, no quiso entenderlo. Amenazó, insultó, mostró su verdadera jeta depredadora, su intolerancia y profunda mediocridad humana. Se mostró como realmente es y se gusta a sí mismo, en definitiva. Finalmente, ni el mismo PP pudo soportar tal huida hacia el desastre y lo abandonó por culpa de un volante y cuatro copillas. 

Quien estuvo alto en la muerte se arrastra en vida por el fango de sus propias debilidades. Si no fuera tan ridículo, parecería un sino maldito, glorioso, decadente. Da la impresión de que lo único que puede esperar Neira es una muerte digna, a la altura de sus hechos pasados. Pero me temo que esa oportunidad la ha perdido para siempre.

Para desactivar toda posibilidad de fanfarria, hago la siguiente pregunta: ¿de mayor alguien quiere ser como Neira?

Yo paso.

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