lunes, 17 de enero de 2011

Ricardo Menéndez Salmón. "La luz es más antigua que el amor".



"Lux antiquior amore" es el motto que da título y organiza temáticamente la última obra de Menéndez Salmón. Una obra pensada, más que como novela en sentido estricto, como disquisición sobre el proceso creador, el artista y la obra de arte.

Me sucede algo curioso con este escritor: sus primeras páginas suelen encantarme. O, al menos, se me antojan de lo mejor que he leído en español en la temporada correspondiente. Sin embargo, no es extraño que a la mitad o antes ese mismo libro se me caiga de las manos. Bien porque ha descendido su nivel de modo estrepitoso, bien porque se adentra en unos senderos que provocan un tedio tan intenso como el entusiasmo anterior.

(Para ser justos, "La noche feroz", publicada por él mismo en KRK Ediciones, me pareció de lo más redondo. Una obra tremenda y muy bien acabada, aunque no tan atrevida y novedosa como otras de su última época).

Atrevimiento que le lleva a organizar la trama de "La luz es más antigua que el amor" como tres historias separadas en el tiempo, dos de las cuales tienen como protagonistas a artistas ficticios. Junto con ellos, aparece el mismo narrador de la novela, Bocanegra.

Ante eso, nada que objetar. Como tampoco ante la enorme maestría de sus primeras treinta o cuarenta páginas. Para quitarse el sombrero. También el comienzo del último capítulo es potente y sólido, prosa de alta calidad y gran nivel lingüístico. Pero el resto no está a la altura, ni mucho menos. A decir verdad, algunos fragmentos son lo más plúmbeo que he tenido que soportar en meses.

Tal divergencia en el plazo de pocas páginas es debida a que la novela pretende indagar en cuestiones morales o filosóficas integrando largas disquisiciones cuasi-ensayísticas en medio de la acción. De este modo, la estanca hasta el punto de que a menudo no se sabe qué pretende el autor, a dónde van a ir todas esas cogitaciones.

El intento de aunar disquisición y aventura, pensamiento y acción novelesca, que tan buenos resultados da en grandes de la talla de Borges, por poner la referencia evidente, fracasa en cierta medida en este libro. Menéndez Salmón no acaba de encajar ambos elementos y, peor aún, no logra interesar al lector.

Con todo, leyendo esta novela lo he pasado bastante mejor que en el noventa por ciento de las tontadas actuales. Estamos ante un escritor excelentemente dotado. Quizá no sabe medir sus fuerzas o poner de acuerdo sus enormes conocimientos sobre materias diversas. Da la impresión de que desea hacernos pensar sin saber bien cómo.

Yo recomiendo que para otra vez lo intente basándose exclusivamente en la acción, de modo que de ella se deduzca lo que haya de deducirse. Sin aleccionar a nadie, please. Lo ha logrado con éxito evidente en otras ocasiones, ha sido capaz de emocionar e intrigar, de atrapar al lector hasta la última página.

Así que estaremos esperando con impaciencia. De verdad.

1 comentario:

Pablo Vázquez Pérez dijo...

Hoy acabo de leerme esta novela y sólamente puedo darle la razón en su apreciación. Comienza muy fuerte y después va desinflándose.
Y es una pena porque los primeros capítulos son buenos.
Un saludo.