sábado, 22 de junio de 2013

Aspectos y líneas




Desde hace meses lo hago. Poco después de comer, sacudo la pereza del sofá en que me apoltrono, me encasqueto ropa con la que jamás se me ha visto (y me temo que con motivos de sobra) y me planto en el gimnasio local para dar estopa a este cuerpo saleroso. 

Uno piensa que es por la línea, lo justifica diciendo cosas muy ciertas, como que la espalda se resiente (esas malditas lumbares, hartas de mis muchas horas de escritorio), que a cierta edad no hay manera de controlar el aumento de peso, que el cuerpo se anquilosa si no se mueve, que está bien tener músculos donde antes no se sospechaban... 

Pero hay otra realidad: llevaba tiempo observando en el espejo una clara propensión a desarrollar belfos de perro pachón, herencia indudable de mi abuelo Emilio. Y, qué queréis que os diga, no soy yo de los que niegan su dotación genética-, por mala que pueda parecerme. 

Entiendo, por ejemplo, que esta nariz mía procede de mi abuelo Segundo, el paterno, aspecto narigal que además comparto con mi hermana Juli. O que mi carácter debe más de lo que quisiera a ciertas intemperancias de mi padre. 

Pero, de verdad, espero parecerme, más o menos a su misma edad, a quien era ya anciano cuando lo recuerdo. Sé que lo que tengo inscrito en el ADN. No me importa. Veamos si, como en otras ocasiones, puedo mejorarlo. O, al menos, posponerlo unos años. 

No hay comentarios: