sábado, 8 de marzo de 2014

Cierto dolor.





Decididamente, ahora que nos ha dejado Leopoldo Mª Panero, siento que hay momentos perdidos para los restos y otros que, sin embargo, vuelven sin desearlo. Cómo no:

"Te enseño en mi mano 
los sauces que no he visto".

Versos que siempre me recuerdan al no menos rotundo T.S. Eliot: 

"I'll show you fear in a handful of dust", y que traducido no tiene ni la mitad de fuerza: "Te mostraré el miedo en un puñado de polvo". Ni su sonoridad, ni nada. Intraductible en esencia que es la poesía, siempre lo he sostenido. 

Pero hoy quería hablar del dolor y su correlato necesario, el placer. No me refiero, por supuesto, a la insustancial práctica sadomasoquista, que se les antoja a los sensitivos un mal tebeo. Ni digo que yo sea tal más que a pedazos, en días sueltos, cuando viene el spleen

Más bien, digo del sentimiento que atrapa y remuerde lo más íntimo. Puede acallarse con facilidad, nada tan sencillo como volver a leer de nuevo, pero es más placentero adentrarse en él y dejar que nos envuelva sin tapujos. Gozoso abandono, sabor de hurgar en el desgarro. No es necesario que nada venga de fuera a ahondar el momento. Por más que nadie se percate, estoy hundido en la voluptuosidad hasta el punto de que nadie me puede tocar ahora, nada accede al corazón de mi universo. 

Casi adolescente como puede parecer, esta sensación tiene el potencial de arrasar con todo lo visible, devora mundos más potentes. Lo imprescindible es dejarse llevar. 

Ya lo decía Hendrix: 

"There are many here among us
who feel that life is but a joke
but you and I, we've been through that
and this is not our fate,
so let us not talk falsely now, 
the hour is getting late".


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