martes, 8 de abril de 2014

Ricardo Menéndez Salmón. "Niños en el tiempo".




¿Puede un texto de 200 páginas redimirse sólo por las últimas 30? En el caso de "Niños en el tiempo", Menéndez Salmón cuenta tres historias que repentinamente convergen en las páginas finales, sin duda las mejores de la novela. 

La primera describe el proceso de disolución de un matrimonio tras la muerte accidental de su hijo pequeño. No es nada original, la mayor parte del tiempo tenía la sensación de déjà vu más poderosa de los últimos años, y ni siquiera me gustó demasiado. No obstante, la capacidad de Menéndez Salmón para encauzar su siempre efectiva prosa hasta territorios que lindan con la brillantez, incluso con la belleza, hace que sea soportable. 

La segunda trata de modo un tanto peculiar la infancia de Jesús de Nazaret. La prosa me recuerda al Jiménez Lozano de "Sara de Ur", "El mudejarillo" y otras igual de estupendas.  Para un ateo recalcitrante como yo la cosa parece un poco chusca pero bueno: acepto barco como animal acuático y me lo trago todo. Está bien escrito. 




La tercera es otro cantar. Trata de una mujer embarazada de pocas semanas que va de vacaciones a una isla griega tratando de decidir qué hará con el feto. Allí conoce a un hombre de avanzada edad con el que traba una curiosa, sutil relación (lo mejor de la novela, como he dicho antes). Para no reventar la historia, diré que los hilos sueltos de las tramas anteriores se anudan no sin cierto artificio en las páginas finales. 

Excelente final que casi logra levantar el resto. Además de la soberbia prosa de M. Salmón, quizá no a la altura de "Medusa", la mejor de sus últimas novelas, para mi gusto, pero siempre de un nivel que ya quisieran todos esos perpetradores de páginas infinitas que me estoy tragando en los últimos tiempos. 

Pero ya daré cuenta de todos ellos, ya. 

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