sábado, 3 de enero de 2009

Engaños y apariencias

Tengo una compañera de trabajo, muy rubia y vistosa ella, que acostumbra a obrar como le viene en gana y a decir lo que le sale del mismísmo corvejón. Hay que añadir que la chica, que en realidad es un encanto, tiene su punto de pijilla y al principio me cayó fatal. Luego hicimos buenas migas y por eso la saco a colación en este foro, teóricamente de intención literaria.

Porque ya estoy harto de recibir comentarios despectivos sobre la engreída, la provocativa y exagerada, porque a dónde va vestida así, se ha pasado dos pueblos, piensa que puede estar tratando libremente con todos y dejarles ver lo que luego no va a ser de ningún modo... Las opiniones de costumbre.

-Afortunadamente, trabajo en un ambiente muy educado y expresiones como calientapollas o putón verbenero todavía no son bien recibidas. Todo se andará-.

De algún modo, me veo retratado. Mis dotes físicas no se acercan en lo más mínimo a las de esta chica, por ahí no albergo preocupaciones, pero no es la primera vez que detecto esa misma repulsión por parte de la jauría, la masa que espera un desliz. Igual da que sea alguien establecido que el que espera llegar a costa de los otros. Conozco la manera sutil de poner el cuerpo en medio para expulsar al indeseado, de escapar con el botín cuando los otros no están alerta, de ser invitado a lo que se desea -o eso piensan ellos- y procurar que no se entere nadie más.

Cuando tenía quince años puede que me hicieran daño. Ahora, desde luego, prefiero quedarme aparte diciendo tonterías con quien no exige nada ni pretende aparentar lo que no es. Y a quien tengo un cariño enorme, como no podía ser de otra manera.

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