lunes, 8 de junio de 2009

A veces, lo más idiota tiene otros usos...






... lo que no quiere decir que se justifique por esa unión de utilidad y deficiencia. En fin, que he leído el Pierrot Lunaire original. No el de Otto Erich Hartleben en alemán que años más tarde musicó Schönberg y que, a decir del L. A. de Cuenca, prologuista de la edición, está bastante edulcorado, sino el del francés Albert Giraud (Ediciones La Palma, 2008). Digo lo de idiota sin el menor afán de insultar -más bien defino, en todo caso-, pero decidme si la nota liminar no merece algún calificativo que mortifique:


"Mi amigo Alberto Ruiz-Gallardón es un entusiasta de la famosa obra atonal Pierrot lunaire (1912) del compositor austríaco Arnold Schönberg (1874-1951). Recuerdo haber asistido en la Puerta del Sol, cuando él era Presidente de la Comunidad de Madrid, a una performance de esa obra que se quedó a vivir en mi memoria, como si fuese la magdalena de Marcel Proust. En aquella ocasión, Alberto me animó a traducir el libreto de Pierrot lunaire al castellano, para que pudiese cantarse en la lengua de Cervantes la maravillosa pieza de Schönberg..."

El peloteo que le dedica es vergonzoso: "Cuando este libro vea la luz (...) enviaré, cómo no, un ejemplar a Alberto Ruiz-Gallardón..."

No prosigo por no amargar el rato a nadie con un mínimo sentido del decoro. Y, sin embargo, la traducción no está nada mal, como en "Supplique":

"Pierrot! Le ressort du rire,
Entre mes dents je l'ai cassé:
Le clair décor s'est effacé
Dans un mirage à la Shakespeare.

Au mât de mon triste navire
Un pavillon noir est hissé:
O Pierrot! Le ressort du rire,
Entre mes dents je l'ai cassé.

Quand me rendras-tu, porte-lyre,
Guérisseur de l'esprit blessé,
Neige adorable du passé,
Face de Lune, blanc messire,
O Pierrot, le ressort du rire?".


"¡Oh, Pierrot, la risa de oro
se me ha perdido entre los dientes!
Se ha borrado la claridad
en un espejismo a lo Shakespeare.

Un pabellón negro se yergue
en el mástil de mi navío.
¡Oh, Pierrot, la risa de oro
se me ha perdido entre los dientes.

¡Devuélmela tú, poeta,
médico del alma angustiada,
nieve adorable del pasado,
faz de Luna, blanco señor,
oh, Pierrot, mi risa de oro".

Con lo que quiero decir que a veces el mal poeta traduce bien o que el lacayo impresentable resulta deleitoso, tanto como útil, a los que no nos gustaría tenerlo ni de compañero de banco público.

No hay comentarios: