martes, 27 de octubre de 2009

Nocillas sinópticas




Ricardo Senabre es más formalista y contundente, mientras que Ernesto Ayala-Dip tiene claras desde hace décadas las preferencias y voluntades que debe satisfacer. De ahí su uso abusivo del jabón. Nada nuevo en la república de las fidelidades: aquí se comenta sólo lo que procede y como es debido. Faltaría más.

Uno por el lado corporativo, otro en su línea pedagógica, aunque sin sacar nunca los pies de las alforjas, resulta curioso comparar las críticas (que han aparecido raudas y simultáneas como nunca) y ver qué propone el movimiento de Fernández Mallo y cuánto consigue en este último libro.



Porque en casos extremos, como el del crítico de El País, hay que saber leer entre líneas, que son las únicas certeras. Me vienen a la memoria la deliciosa censura franquista o el muy sutil lenguaje de los políticos (sobre todo, los de la derecha, incapaces por naturaleza de reconocer ninguna evidencia, salvo que sea en perjuicio del contrario). Pero hay más. Yo mismo suelo lanzar andanadas en blanco viperino y una conversación tensa entre mujeres es de lo más instructivo, siempre que te encuentres a cubierto de la pedregada. Mala cosa, pensaba cuando ingenuo, no poder decir lo que se piensa. Señal de que... En fin; veamos la comparación:


R. Senabre:

Es indudable el ingenio del autor y también su habilidad, salpimentada con dosis de humor de buena ley, pero también es legítimo preguntarse si valía la pena tanto esfuerzo para escribir una obra en que los artificios estuvieran tan a la vista y la palpitación humana tan oculta. Sobre todo si se tiene en cuenta que muchos de los ingredientes y experimentos de la novela que, sin más, podemos considerar vanguardistas han sido ya probado en muchas ocasiones y con numerosas variantes...


Acaso Fernández Mallo (...) deba plantearse qué trayectoria de novelista le conviene seguir a partir de ahora, sin olvidar la necesidad de crear personajes que no sean el propio autor.




E. Ayala-Dip:



Nocilla Lab insiste a medias en esta línea vanguardista y posmoderna (...) Fernández Mallo quiere escribir para el mercado, más que para la tradición (...) Su lector sería el lector del futuro.

(A. F. Mallo) intuyó el peligro de la reiteración. Por ello prefirió traicionarse a medias. Insistió esta vez en provocar al lector con insólitas soluciones formales, pero a la vez cedió a la fiesta de la invención, aunque con materiales ya usados. Su adiós a la ficción tradicional se incumple.

Nocilla Lab cierra un ciclo. Pero abre un severo interrogante en el futuro literario de A. F. Mallo: ¿qué escribir después? Nocilla Lab no nos da la respuesta.

No sé qué pensarán mis lectores (ahora no tan improbables: ya os tengo contados y dentro de poco localizados, pendones), pero a mí me da que mi instinto, como siempre, ha funcionado. Es que soy un hacha para lo malo. Ni la basura pseudohagiográfica de Ayala-Dip (¿no os suena este nombre a algún personaje de 13, Rue del Percebe?) es capaz de esconder lo evidente.

.- Que no es cosa de volver a inventar la vanguardia. Que los (norte)americanos se deslumbren con cualquier pamema posmoderna no quiere decir que aquí también debamos imitarlos en eso.

.- Que estamos ya bastante aburridos de vanguardias formales (¿alguien recuerda el engendro de Larva, de J. Ríos?) y, a la vez, ayunos de verdadera literatura.

.- Que desandar lo muy largamente y muy bien andado para nada (o para tan poco) es tan tonto como pretencioso e inoperante. A no ser que sólo esconda una bien publicitada campaña de promoción, cosa que vengo sospechando desde sus inicios.

.- Que no es así como se puede fundar la ultra-mega-trans-post-modernidad, o lo que demonios quiera fundar la ralea de nocillosos.

Pero dejo el resto de conclusiones para otro rato. Oigo cómo bostezáis.

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