viernes, 13 de agosto de 2010

Se lo han buscado





Porque son tan torpes, tan evidentes, le echan tanto morro, que no me resisto a darles otro toquecito. Sí, hombre, sí: me refiero a los obispos.  


En concreto, a la propuesta de fijar la edad de recibir la primera comunión antes de los siete años. Cosa que me parece más bien chusca y, en todo caso, me deja frío. Lo bonito llega con las explicaciones.


Porque dice Cañizares, prefecto de la congregación para el culto divino, sea eso lo que deba ser, que "el uso de razón parece haberse adelantado", por lo que los niños de pecho ya pueden ir recibiendo la primera hostia (perdón por el chiste fácil: era demasiado tentador). Que los niños "están viviendo en un ambiente adverso; a menudo, por culpa de sus familias", que no les dejan ser lo que dios quiere de ellos. 


Es decir, que se debe librar a los infantes de la patria potestad, por lo menos en lo tocante a asuntos religiosos, para que se cumpla la voluntad de los cielos. Novedosa conclusión que podría romper con toda legislación civil desde el código de Hammurabi hasta la fecha, sospecho. 


Sigue la deliciosa exposición de motivos: "no hay que pensar que esperando que sean mayores logren una mayor madurez y estén más preparados. Curas y padres tienen que procurar prepararles y acompañarles en el entendimiento". Para mí que contradice la idea anterior de que se les ha adelantado el uso de razón, pero bueno. Todo vale para el objetivo básico: pillarlos a traición, cuando no puedan protestar ni evadirse de las santas obligaciones. Cuando no sean capaces y otros decidan por ellos.


Y es que la formulación del cristianismo, tan sólo desde el punto de vista de la lógica, muestra ideas tan descacharrantes que no hay quien las sopese con un mínimo de lucidez sin preferir el cuento de Caperucita. A mí, al menos, me parece más coherente. 


En todo caso, la declaración, hecha en L'Osservatore Romano, demuestra la pervivencia de la idea ya propuesta en su tiempo por el tío Paco: "no se os puede dejar solos". Y es que la "funesta manía de pensar" no conviene a nadie. Menos, a quienes afirman que tienen la posesión de la verdad porque sí.


No es de extrañar que, incluso en un país como éste, con tal alergia a la independencia de criterio y a no estar incluido en la cuadrilla de rigor, cada vez menos porcentaje de la población que se declara católica practique mínimamente o crea en los rudimentos de su doctrina. No digo nada de los ateos convencidos como yo. 


Si tan seguros están de la validez de sus ideas, señores de la clerigalla, échenle huevos y esperen hasta la mayoría de edad legal, a ver cuántos se animan a comulgar. 


¿A que no hay?

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