viernes, 24 de septiembre de 2010



Deliciosas las explicaciones de los patres patriae catalanes respecto a por qué no prohibir los correbous, o bous al carrer, o bous de foc, o los tediosísimos encierros de mi infancia, o lo que les plazca. Al parecer, han de conservarse y promoverse "porque no hay maltrato, ya que el animal no muere". Y lo dicen tan panchos.

Ya me habían entusiasmado los finísimos puritanos de Herri Batasuna, siempre en busca del bienestar de su Euskal Herria, cuando hace unos años desaconsejaban el consumo de alcohol por evidentes efectos nocivos en la salud. Salvo, claro está, en el caso del chiquiteo. Que es cosa muy tradicional, forma parte de la cultura del vasco y entonces sí que se puede beber a destajo. Sidra vasca o txakolí, por supuesto. 




De donde deducimos los mortales administrados algo que ya apuntaba este verano -entrada del 13/8, "Prohibir lo que  se antoja"-. Hasta qué punto estas ideas salvadoras huelen a sacristía posmoderna. A liberación de vicios infames, a curas carlistones que te santifican a base de trabucazo.

Muy fina, tanto que se quiebra de sutil, la interpretación de unos y otros del artículo 33. Un día me lo tendrán que explicar con más detenimiento. Es que no alcanzo esas honduras.

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