sábado, 21 de mayo de 2011

Julien Gracq, uno de los grandes, en estado menor.



"El rey Cophetua", de Julien Gracq, es una de esas obras breves, bellas, exquisitamente escritas que, al acabar su lectura, me han dejado la sensación de que no las había entendido en absoluto. Eso, o que no querían decir nada. 

Siendo Gracq uno de mis autores favoritos y sabiendo cómo las gasta, me temo que el inepto he de ser yo de todas, todas. Pero mientras disfrutaba de su prosa hipnótica, morosa, envolvente, no dejaba de preguntarme:"¿y este tío a dónde quiere ir a parar?".

Pero seguía disfrutando de esa especie de seda pútrida con que rodea hechos triviales, andanzas erráticas del personaje principal, acciones inverosímiles de la criada de la casa. Una casa casi vacía, fantasmal, en que el protagonista espera a su amigo en el otoño de 1917, no lejos de la línea del frente franco-alemán.

La novela tiene tanto de sueño imposible como de alucinación veraz. El amigo, aviador del ejército francés, no acaba de llegar. Tampoco se explica la relación entre ambos, salvo que la amistad viene de antiguo, ni el motivo de que el protagonista haya sido citado esa precisa tarde en el caserón de su propiedad. 

En el pueblo no hay nadie por las calles; en la villa, la única persona que la habita, una suerte de criada enigmática, tampoco parece saber gran cosa. O quizá es que prefiere no decir nada. Por ocultar, ni su mismo rostro es visto por el narrador, a pesar de que se encuentra con ella varias veces en las estancias de la mansión envuelta en sombras.  

Por parte del escritor, la gestión delicadísima de la "desinformación", el aluvión de datos inútiles que no aportan mayor conocimiento de los personajes ni de las circunstancias en que se desenvuelven, es magistral. En las cien páginas escasas del volumen apenas sucede nada.

Bueno; algo sí sucede, pero ese hecho lo dejo a la curiosidad de mis lectores. Además, apenas tiene relevancia para la acción de la novela ni para el protagonista.

La historia que da título al libro, la leyenda del rey que, desdeñoso con las mujeres, acaba por enamorarse de una bellísima mendiga, tampoco viene a aclarar demasiado a un lector embelesado y perplejo a partes iguales.

Sin embargo, lo he pasado tan bien enfrascado en las páginas de esta preciosa novelita que sólo puedo recomendarla o, mejor aún, que quien sienta curiosidad por Gracq comience leyéndole "El mar de las Sirtes" o, quizás en primer lugar, "Los ojos del bosque".

No se arrepentirá. Es uno de los grandes.


1 comentario:

juanjo blasco panama dijo...

Sugerencia apuntada. Y lo que cuentas sobre el libro a algunas personas(as myself)nos parece deliciosamente sugerente. Un libro donde no pase nada y resulte fascinante es genial. Creo que la (pen)última vez que me pasó fue con "Un fragmento de vida" de Arthur Machen. De hecho, cuando empiezan a "pasar cosas" todo se vuelve más aburrido...Un gran post, JM.