sábado, 4 de junio de 2011

Despendole renacentista.





Uno sale del Auditorio Nacional de Música de Madrid, con toda la seriedad que dan tantas mayúsculas, llama a quien no pudo asistir y le espeta: "No sabes lo que te has perdido. Una juerga de las buenas". "Pero ¿no ibas a un concierto de música renacentista?" 


Desde luego que lo fue. Y de primer nivel, con la Capella de Ministrers en estado de gracia. Pero resulta lo de siempre: que si hay buen hacer, pasión, amor por la música y un mínimo de armonía interna, el trabajo de interpretar se vuelve placer. Da igual que sea música antigua o concierto de pop indie. Los músicos lo pasan bien, tocan mejor, hacen bromas, se divierten y encandilan al público. No puede ser de otro modo. 


Y por momentos la actuación de ayer por la tarde se pareció más a un concierto en la Moby Dick que al consabido espectáculo serio para exquisitos con caras muy expertas languideciendo de saber.  





Pásmense, porque todo el concierto estuvo dedicado al "Cancionero de Palacio", de la época de los Reyes Católicos. Hubo romances y villancicos, de aire serio y elegantes algunos, de tema jocoso y propios de danzas aldeanas, otros. Y bien verdes que eran los súbditos de sus Majestades, por cierto. Y divertidos. 


Para resumir, que todavía estoy demasiado encendido con el subidón: una de esas ocasiones en que no sólo escuchas música de altísima calidad, sino ejecutada con maestría y con un evidente afán por entusiasmar al oyente. A fe que conmigo lo lograron. Y no fui el único: el público aplaudió tanto que nos concedieron dos bises, también vitoreados por el que suscribe







Dato al margen: me encanta ver que acuden niños al Auditorio. Ayer tenía al lado a una parejita de rasgos orientales que se lo tuvieron que pasar bomba. ¡Quién hubiera tenido esta oportunidad a los siete u ocho años!



No hay comentarios: