miércoles, 22 de enero de 2014

Cuatro impresiones sobre "La mala luz", de Carlos Castán.




Estaba acostumbrado a los espléndidos cuentos de Carlos Castán (mejores, a mi juicio, los de "Frío de vivir" que los de los muy recomendables "Museo de la soledad" y "Sólo de lo perdido", pero sobre eso hay opiniones) y he de decir que ésta su primera novela no me ha sorprendido. O ha sido una gran novedad, depende de cómo se considere. Porque quién se esperaba hasta doscientas y pocas páginas de letra generosa con los présbitas sin apenas argumento ni otra tensión narrativa que la encomendada al que siempre es su punto fuerte: el lenguaje. Quiero decir, su uso intenso, abrasivo y muy personal del lenguaje.

La historia del narrador, que indaga en su propia peripecia personal con motivo de la muerte violenta de su amigo Jacobo, recién jubilado, no tiene apenas anécdota. Salvo hasta el final del libro, que a mi juicio es la parte más estimulante. Tampoco puedo asegurar que se trate de la mejor porque, lo abras donde lo abras, "La mala luz" muestra un flujo introspectivo de alta calidad literaria al que no le preocupa demasiado la precisión narrativa y sí los cambiantes motivos del recuerdo.

La prosa de Carlos posee un curioso efecto hipnótico, te embalsama en sus ensoñaciones para que no puedas salir de esa red malsana y evocadora. A veces creo que va a perder interés y, como si me leyese el pensamiento, se recupera de inmediato y consigue atraparme de nuevo. He salido de "La mala luz" como quien sale de una jaula de leones: acalorado, algo espantado, perplejo, feliz.

La trayectoria de unos personajes que parecen abocados a la destrucción, sea por méritos propios o por mano ajena, en ningún caso nos rechaza, no hay distancia ni frialdad en la descripción de tantas desventuras emocionales. Las vueltas constantes sobre la herida emocional que envenena al narrador parece que hurgan en el abandono con la misma delectación que si saborease un plato vital delicioso. A veces parece que vagabundea por su mundo en busca de recuerdos que le hagan sentirse peor. Se supone que para hallar en su historia las causas de la desolación presente, pero uno intuye que, encuentre una u otra cosa, el final va a ser el mismo.

No lo descubro, por supuesto, pues espero que algún lector de este blog que todavía no conozca a Carlos Castán decida adentrarse en las páginas casi ponzoñosas de "La mala luz". Es uno de esos pocos libros que no te dejan permanecer igual que antes de leerlos. Y la experiencia, doy fe,
merece la pena.


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