martes, 5 de mayo de 2015

"La grandeza de la vida", de Michael Kumpfmüller, en Ed. Tusquets. Trad. de Belén Santana.



El escritor alemán Michael Kumpfmüller, de quien hasta ahora no conocía nada, ha escrito una destacable novela que relata los últimos meses de vida de Franz Kafka. 

Un empeño memorable, ya que la buena parte de la documentación epistolar de esa época ha desaparecido (en concreto, toda la correspondencia mantenida con Dora Diamant, su última compañera y gran amor hasta su muerte, que fue requisada por la Gestapo) y los familiares directos del escritor, como bien se sabe, fueron asesinados por los nazis en Chelmno y Auschwitz.

El escritor trabaja en tono menor, con aparente humildad, como si no quisiera espantar los momentos. Desgrana los instantes en fragmentos breves que, siempre en orden cronológico, van creando el universo de una relación que fue todo lo apasionada que dejaban las circunstancias y también la notación minuciosa del período final de la tuberculosis que acabó con Franz Kafka en junio de 1924. 

Crea un pavor íntimo, sosegado, una calidez inusual que, a despecho de las tremendas circunstancias vitales y políticas de esos años en el Berlín de la República de Weimar, consigue una sensación de hogar, de vida común, de proyecto de futuro imposible. 

Nada es llevado al extremo del patetismo o la grandilocuencia. Menos aún, de la sensibilería en que fácilmente podría haberse refugiado. La prosa es delicada y, sin embargo, firme: no deja de nombrar directamente cuanto sucede, los recovecos de la mente de un escritor que apenas se deja ver sino como persona, como enfermo, como amante. Predomina lo cotidiano. 

El punto de vista es cambiante. Tan pronto aparece el narrador como se introduce en la mente de Kafka o de Dora y, sin grandes violencias, deja que permeen sus inquietudes. Estas casi solo tienen que ver con la oposición familiar (de ambos) a esa relación condenada de antemano, o con las miserias económicas y cambios sucesivos de domicilio y de sanatorios que se suceden en esos escasos meses de vida en común. 




Me da la impresión de que cualquier cosa que diga no va a dar una idea correcta de esa estupenda novela. Michael Kumpfmüller es un excelente escritor. Sostenido, conciso, incluso ameno hasta donde es posible con un tema tan poco propicio a jolgorios. Su conocimiento de la técnica lo ejerce con mesura, sin dar lugar a que la narración baje de nivel o se estanque en circunloquios o necedades, peligro evidente que sortea con eficacia. 

Se hace imprescindible leer "La grandeza de la vida", y leerla con calma. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimado José Mª: Me llamo Belén Santana y soy la traductora del libro de Kumpfmüller. Simplemente quería agradecerte la atención que has dedicado al libro en el blog y hacer una sugerencia: creo que al facilitar los datos técnicos de cada libro traducido debería constar el nombre del traductor. Con independencia de si el libro nos ha gustado más o no, es una cuestión de justicia, porque ya sabemos que -es un poner- Kumpfmüller no escribe en español. Es una vieja reivindicación de la asociación de traductores que, en el fondo, no cuesta nada. Un saludo y gracias de nuevo.

José María dijo...

Belén: Mea culpa, mea culpa, mea maxima culpa. Tienes toda la razón. Debería haber mencionado tu nombre, no solo por los argumentos que apuntas en tu amable mensaje, sino porque tu traducción es excelente. Buena parte de la eficacia del libro de Kumpfmüller radica en la ligereza e intensidad del lenguaje, en saber captar la cotidianeidad y los matices. No entiendo ni palabra de alemán, pero seguro que en gran medida es debido a ti.
En mi defensa, diré que esto es un blog "no profesional". Si te fijas, hablo de lo que se me ocurre y cuando algo me llama la atención: música, literatura, política, etc.
Pero tienes toda la razón en reprocharme el defecto, que procuraré remediar en lo sucesivo.
Gracias y enhorabuena por tu brillante trabajo.