viernes, 3 de abril de 2009

Algo que se me antoja solvente después del tiempo

... Y no es poca cosa, dado que cada pocos meses procuro no soportarme más de lo estrictamente necesario. Por lo que he deducido que debo de ser malísimo escritor, a la vista de lo rebién que se admiten otros y se admiran, embobados, y se sorben los mocos literarios. En fin, ahí va este jarro frío:


AGUAS

Venid, aguas del día; no hay remedio
al quebrado suspiro de la muerte.
Sabréis lavar el ceño de las horas.

Llegad con paso tenue desde lentas cornisas,
cansadla con dedos de melaza.

La
blanda distracción, el punto horrible
en que embiste la fuerte y todo cesa.

Si algo nace después, que escape
largo al jadeo trastornado,
que no vuele en el círculo de restos,
que no se estanque más.

Vienen las aguas rotas a caer
desde el mismo registro de la espera.

Ya las sopesa el hombre. Se demora,
fracción de su congoja envuelta en ramos,
ahuyenta los temblores y su losa.

Dejad de respirar, aguas dolidas.
Nada os detiene aquí; tantas preguntas
para el légamo pasado y yo sin sombra.



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