jueves, 16 de abril de 2009

Proclamas (I)





No, no, no, pacientes lectores. No hay excusas para tanta mediocridad. Me temo que desde los años setenta el campo en que más ha brillado la creación artística de este país ha sido la cocina. Algo por detrás quedan la arquitectura y otros diseños. Desde luego, nada que tenga que ver con las letras, que dormitan un sueño de contemplaciones vacías o se revuelcan en sobras del exterior muy poco y muy mal digeridas.

En las décadas de reducción de cabezas que llevamos sufriendo no recuerdo nada que me haya hecho vibrar de placer, o de dolor, que me haya saltado las lágrimas o me deshiciera a carcajadas. Nada que tuviera la cualidad de arrastrarme por el lodo de los sentimientos o me elevara a las cimas de la sutileza. Nada, en realidad, que consiguiera interesarme un poco. Sólo un poquito, por favor, que estoy hambriento. Nada.

En fin, no tengo ganas de enfangarme en discusiones necias sobre si fulano tiene dos gramos más de talento que mengano, sobre si zutano alberga más dotes para la mercadotecnia agazapada en sus paginitas, sobre si perengano encandila mejor a los jurados de premios literarios, sobre si... Me aburro mortalmente.

Pero quiero lanzar una pregunta, a ver si a alguien se le ocurre responder: ¿por qué nadie se pone manos a la obra para hacer algo que de verdad pueda interesarnos?

Quiero decir: algo serio, honrado, decidido a no esconder el bulto y largar faenas aparentes de brillos falsos sólo para el tendido. Posiblemente salgan muchas cosas mediocres o malas de solemnidad. Me es indiferente. Hasta parecerían mejor que lo que se está vendiendo por ahí, y me refiero a esas cositas envasadas en pulcro celofán que no son, no sienten, no estimulan, no creen en más que su ansiosa vocación por desaparecer cuanto antes y ser reemplazadas por otras igual de vacías.

No veo de qué otro modo va a crearse nada válido. O es que ya no nos atrevemos a equivocarnos en la estrategia y dejar de cobrar las cuatro perras de costumbre, o a perder prebendas y cuotas de poder en el cotarro miserable que nos acoge. ¿Tanto rinde, de verdad, ser líder del corral, si todos nos comemos los codos de hambre?


P.S.: Vaya; parece que hoy sí he lanzado la soflama. Y quedan más, no os creáis.

2 comentarios:

Andrés Glez. Déniz dijo...

Veo que eres un gran escritor en ciernes con el ego descomunal necesario para triunfar. Posees una inteligencia corrosiva que te acredita. Te pediría un pequeño esfuerzo de generosidad para que tu inteligencia fuera también comprensiva (hacia los demás).

José María dijo...

Cita de Radio Futura:
"La inteligencia no sirve de nada si la cabeza te cambia de color".