sábado, 3 de octubre de 2009

To lie, to sleep no more...



Mentir, inventar, seducir, narrar. No encuentro grandes diferencias entre todos ellos. En definitiva, el oficio de escritor consiste sobre todo en ser capaz de alterar la realidad con ingenio, con estructura, en un orden determinado. Se diferencia en eso del simple mentiroso, se le alcance o no a la pata coja, que ya me va cansando la moraleja. Simplemente es cosa de otro rigor.

Pero los principios a menudo son concurrentes. Creo que mis primeras mentiras infantiles buscaban adaptar la realidad a lo que deseaba que fuese. Desde luego, no la burda sucesión causal que me atrapaba, ni esas normas delirantes, ni mi cortas posibilidades de sortearlas. Y todo ello sin buscar otro porvecho que el estético, que el mundo fuera como debía ser. A mi manera.

Más o menos, lo mismo que ensayo ahora con "Los días y la noche". Creo que Josu Sandur es alguien a quien me pareceré dentro de veinte o treinta años, si llega el día. O quien desearé haber sido.

A veces las cosas más complicadas se revelan de un modo inusitadamente simple. Hay que ver cómo se complican con el tiempo, y lo divertidas que resultan aquéllas que fueron un engorro.

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