miércoles, 16 de marzo de 2011

De cómo desbordar el vaso



Hablando el otro día (con Sandur, entre otros) sobre la epidemia de esterilidad que parece arrasar el solar patrio, sobre los procesos creativos y las circunstancias que pueden suscitarlos, comentaba alguien, quizás yo mismo, que la capacidad de crear es algo como sucede en la película japonesa "Agua tibia bajo un puente rojo": un caso de desbordamiento agudo.

Cuando el cerebro (el cuerpo de la protagonista, en la peli) se siente repleto de sustancia necesita soltarla en forma de riada torrencial. Cuesta que empiece pero luego no deja de fluir hasta que se acaba el episodio o la novela. Si no se realiza esta operación el cuerpo está hinchado, el cerebro se estraga y puede haber malheridos.

Hasta ahí, nada novedoso. Lo tengo comprobado desde hace bastantes años. Peor es cuando el cerebro no llega a colmatarse y esta situación se prolonga durante meses, años incluso. Tampoco puede decirse que esté tam quam tabula rasa, como el de un aficionado al fútbol por televisión, pongamos, pero no llega al umbral crítico. Ahí sobreviene otra tragedia, que es la afición de tantos cuasi-estériles por cometer novelas en estado mi cuit. Una por año, si lo exige el editor. Y que no decaiga.

Ante ese vicio, garantizado por el mecenazgo liberal de tantos premios amañados, poco puede hacer una república pusilánime y mezquina como la que disfrutamos. Por mi parte, pretendo seguir el consejo de los que saben y llenar mi sesera de las gilipolleces que comparto con ustedes hasta que haga aguas por todas partes. Veremos qué sale de todo ello. Los tendré por testigos.

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