viernes, 6 de mayo de 2011

"Los anticuarios", de Pablo De Santis




Casi no me lo creo, pero me ha gustado. Y mucho. Ya saben vuesas mercedes que soy poco dado al entusiasmo repentino salvo que la ocasión lo justifique, y menos en asuntos literarios. Para colmo, se trata de un libro recién aparecido y de escritor contemporáneo. Nada menos. Quien me lea no lo cree.

Pablo De Santis, argentino, casi de mi quinta, es un excelente narrador con sólida producción anterior. Hasta aquí, nada que no se conozca de sobra. Lo que sucede es que yo no le había prestado demasiada atención antes de hojear su última novela. Al instante quedé enganchado.

Para empezar, está muy, muy bien escrita. (Omito algunos fallos menores porque yo no soy Ricardo Senabre ni éste es un ejercicio de crítica periodística en el que deba justificar mi sueldo rebuscando minucias). El estilo de "Los anticuarios", fíjense en lo que digo, me ha recordado poderosamente a Bioy Casares, a Borges, a la más alta corriente de la literatura argentina del siglo pasado.

Es una novela bien pensada, bien trabada argumentalmente y con bastantes detalles de alta literatura. Lamentablemente, sólo quedan en detalles. El tono general, si bien irreprochable, está falto de mayores pretensiones, con lo que se parece a lo que podría haber sido una obra menor de Bioy: una narración muy amena, de carácter fantástico-detectivesco, en que sus temas más importantes (la inmortalidad, el amor, el destino humano) a pesar de estar siempre presentes, en cierto modo se diluyen en la anécdota.

Asimismo, los personajes que rodean al protagonista no pasan de meras estampas como de atrezzo. Condicionan sus actos pero jamás parecen tener vida propia. Con un par de excepciones en que se adivinan sentimientos, vida interior, son demasiado inamovibles. Aunque quizás la primera persona en que está narrada la historia limita la percepción del lector.  




Por lo demás, repito que "Los anticuarios" es una narración excelente. La mejor que he leído de autor hispanohablante desde hace bastantes meses.

Las peripecias de un joven periodista de medio pelo en el Buenos Aires de los años 50 y sus encuentros con diversos personajes de pintas más bien siniestras (si exceptuamos a Laura, hija de uno de ellos, de quien se enamora irremediablemente) son excitantes, si bien poco verosímiles.

Pablo De Santis ambienta un mundo sórdido y fantástico a la vez que, a pesar de lo inusual, atrapa al lector. Las costumbres de la secta-raza de los anticuarios, el amor desmesurado a que antes me refería, sus crímenes, la sed primordial que sufren los afectados, las obsesiones en que se recrean unos y otros están tratados de modo ligero, un poco epidérmico pero ágil y muy atractivo. Y el final no decepciona.

En definitiva, lo recomiendo a quien quiera pasar un buen rato sin levantar la vista de sus (nada excesivas) páginas. Guste o no, al menos leerá buena prosa, que en los tiempos que corren no es de despreciar.  

No hay comentarios: