martes, 7 de junio de 2011

Antígona. A. Torres Blandina. "Mapa desplegable del laberinto".



La librería Antígona (C/ Pedro Cerbuna, 25, frente a la Universidad) es sin duda la mejor de Zaragoza. 


Por varias razones pero, ante todo, porque tiene un excelente "fondo editorial". Es el único sitio, desgraciadamente, donde puedes encontrar (o hacerte traer) libros mal distribuidos, publicaciones fuera de los cauces masivos del mercado, títulos agotados en las demás librerías "mainstream". 


También porque Pepito, su propietario, es una máquina de precisión en todo lo que se refiere al mundo editorial y un tipo culto, buen conversador y capaz de aconsejar con gusto sobre asuntos literarios (y musicales: cada vez hay pilas de cedés más altas en su mostrador). 




Además, porque conserva en cierta medida ese aire de librería antigua, en apariencia algo desordenada pero siempre fructífera si te dejas sumergir en sus pilas de libros. No muestra los anaqueles impolutos, llenos de espacios vacíos y novedades de colorines. Ni falta que hace. Es una librería para buenos lectores, no para aficionados de ocasión. 




Concretamente, hace unas semanas estaba rebuscando entre los rimeros de libros de su "mesa de novedades" y cayó en mis manos el de un tal Alberto Torres Blandina, "Mapa desplegable del laberinto" (Ed. Siruela, 2011). 


De acuerdo, a mí tampoco me sonaba. Lo hojeé y me pareció que se sostenía tras la prueba habitual de la "apertura súbita". Pregunté a Pepito y me dijo que acababa de llegar esa mañana. Todavía no tenía referencias. Y lo compré, pensando que otra vez picaba con un tontuelo modernillo de los comunes en otras editoriales que detesto. 






Para nada. No voy a decir que "Mapa desplegable del laberinto" sea una obra fantástica, pero sí me ha sorprendido gratamente. Su tema casi único es el amoroso, a través de tres personajes jóvenes de vidas entrelazadas que van alternando sus voces. Y posee una cuidadísima arquitectura narrativa que lleva con la mayor eficiencia, de modo que las debilidades argumentales y, sobre todo, la falta de mayor ambición en los temas y de alcance en los bloques narrativos, no dejan que descarrile. 


El autor demuestra que tiene madera. Quizás, insisto, con demasiada levedad en el planteamiento, pero domina la técnica y sabe hacer hablar a los personajes sin que se note demasiado la mente (masculina) por detrás. Ése es uno de los aciertos: la capacidad de introducirse en la mente de sus figuras, dándoles una densidad psicológica que parece extraña en historia tan fragmentada, tan ligera, tan contemporánea. 


Una novelita recomendable, sin duda. 



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