lunes, 13 de junio de 2011

Muy desmotivador.

Esta temporada, la moda femenina en calzado está dando serios disgustos a los que, bien por oficio, bien por afición, nos fijamos en esas historias.  


Porque no pretendo pasarelas cibeles en plena calle pero, por favor, sí un poquito de nivel. ¿Hay algo más descorazonador que ver los plataformones con cuñas espantosas, para más inri elaboradas en esparto, que asolan los pies de cualquier fémina que pretenda ir a la moda? 



El colmo llega cuando se plantan un agujero delante, el famoso peep toe que alguien que odia a las mujeres debió de inventar para que todas parecieran marujas de pueblo en los años sesenta. Ahora perseveran en la intención. 






Por no hablar de esas bailarinas prácticamente sin tacón que envilecen la figura de la inmensa mayoría. Algunas, con lacitos de inverosímil cursilería; otras, con lentejuelas o pedrería que no sé qué pretenden aparentar o embellecer, pero a fe que no lo consiguen. 








Además, las hacen con cada vez menos material sobre el empeine, cada vez son menos zapato y mas carne desperdigada a los lados, pies con volúmenes más anchos y bastos, más aldonza lorenzo y menos dulcinea del toboso, para entendernos en términos clásicos. Un espanto. 


Y es que, cuando ya se descubren los cuerpos y aparecen las piernas con sus shorts indomables, las telas leves y más ceñidas, esa mezcla de rotundas formas juveniles con la ñoñez cutre-mesetaria del esparto dan bajona al más emocionado. 


Así no se puede ser un profesional del ojeo. No señor. 

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