domingo, 19 de junio de 2011

Russian Red. Let's talk about politics...





Gran drama: parece ser que la chavalita apodada Russian Red, que tan bonita voz y tan buen acento inglés tiene, es de derechas. Lo confesó en una entrevista y medio país se ha escandalizado.

 A mí, personalmente, no me extraña en absoluto. Por un lado, y mal que nos pese, hay una porción de jóvenes, todavía minoritaria pero llamativamente grande, que se decanta hacia el conservadurismo. No en asuntos morales o sociales, pero sí en la política rastrera de todos los días. 

Follarán como conejos y abortarán de extranjis, serán solidarios o simpatizantes con causas bien vistas, tendrán ideas sobre economía y empleo y que los acercan más a IU o a la Puerta del Sol pero, a la hora de votar, prefieren a quien desea conculcar esos derechos, tan duramente conseguidos, antes que a la desfallecida izquierda del momento. Uno puede considerarlos tontos de capirote, analfabetos en política, historia y lo que se tercie, traidores a su esencia, pero ahí están. Tercos como mulas: yo soy de derechas.

Esto me recuerda la actitud de ciertos grupos musicales de la época de la movida, que no dudaban en declararse fascistas, afines a Alianza Popular o a Falange Auténtica. Casi todos sacaron en su momento réditos de estas afiliaciones sentimentales, pero ése es otro cantar. Su intención evidente era provocar al personal. Una postura estética, ante todo. 

En fin, no dudo de que es signo de los tiempos. Entre los menores de 25 años hay un pavoroso (o estimulante, según se mire) vacío de mitos e ideologías, pero también una enorme falta de curiosidad y de ganas de hacer cosas sin recibirlas empaquetadas y mascadas digitalmente. Esto me preocupa más.

De otro lado, no me extraña en absoluto que esta chica tan modosa y poco afectada por las derivas del momento histórico pueda ser demasiado acomodada y establecer los referentes vitales con una sorprendente anemia intelectual. Todo lo que piensa, sea ésto mucho o poco, lo dedica a su mundo intimista, a la búsqueda de la expresión personal (1).




 Me parece una opción vital y estética que no comparto, pero que sí consumo como cliente de productos culturales. Por lo que no tengo derecho a denostar sin más ni más. 


Porque, si a la hora de escoger un libro o un disco tenemos que tener en cuenta la derrota política del interfecto, lo llevamos claro. Yo, por ejemplo, cada día soy más ateo. Sin embargo, no dejo de leer a Fray Luis de Granada, a San Juan de la Cruz o al Paravicino. Concretamente, hace poco compré en Zaragoza una excelente edición de las obras completas de Santa Teresa de Jesús que me tiene encantado. Y no por eso dejo de pensar como pienso en esas materias. 

Otros de mis autores favoritos son J. L. Borges o E. Jünger; ambos, reconocidos conservadores. ¿Y? ¿Voy a tener que rendir cuentas a alguien por estas desviaciones?


Si lo que importa es la escritura, o la música, en el caso de Russian Red, ¿qué más da lo que proclame respecto a tal o cual opción política? La prefiero a ésas que van de guays por la vida, confiesan ser apolíticas y, a la que se les rasca la pátina de modernez, son más fachas que Blas Piñar. 


De todos modos, y ya que vamos de sinceros en esta entrada, creo lamentable que una persona joven esté tan poco dispuesta a entender la existencia en otros parámetros que la reacción y el conservadurismo (que no lo es sólo en política, no lo olvidemos). 


Porque ser progresista también supone tener una visión de la sociedad, del mundo y de la propia vida en términos de apertura, de experimentación, de ganas de liberarse de imposiciones. De voluntad, en definitiva, de descubrir lo que no nos ha sido dado o de cambiar lo que nos fastidia. 


Si consigue todo esto cantando con su guitarra, ¿por qué no lo amplía al resto de actividades intelectuales? 




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(1) ¿Por qué la sensibilidad y la autointrospección han de estar reñidas con la atención a causas que como joven española del dos mil once deberían afectarle? No veo la contradicción, pero allá ella. 

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