jueves, 23 de junio de 2011

-¿Milagro? -¡No, industria!



Era vieja, estaba algo estropeada, le di un último golpe y murió. Tuve que comprar otra, más potente que la anterior. Paradójicamente, los problemas con la ropa empeoraron.

Lo que antes era tosco y simple, con la nueva plancha ultramoderna se volvió delicado y sensible. La primera legión de arrugas apareció en una simple camisa de entretiempo que nunca antes me había castigado. Fue peor con las perneras de los pantalones. La doble tela aumentaba las posibilidades de error, y era cosa de ver cómo el trabajo impecable se revelaba corrupto y zafio al dar la vuelta.

Decidí que los paseos militares de otro tiempo habían acabado. A partir de entonces, se trataría de un trabajo menos forzado y de disposición más adecuada, de recursos varios, de negociación con los dobles, las arrugas, los tableados y cortes asimétricos. 

Debía establecer una estrategia apropiada, convencer al tejido de que esa posición, si bien poco ortodoxa, aunque no nos gustara a él ni a mi, era proclive al allanamiento o procuraba acceso a rincones protegidos. Debíamos inventar otro marco de relaciones.  

Las cosas empezaron a mejorar. Sin embargo, no debía dormirme en los laureles. A la que prestaba atención a una arruguita pequeña en el frunce de no sé qué descuidaba la gran extensión de la pechera y ¡zas! tremendo pliegue que no se deshacía con el consabido chorrito de agua ni con las nubes de vapor ultrapotente. 

Había que saber de qué problema ocuparse primero, a qué dar todo el mimo y qué dejar para más adelante. Tuve que ceder para poder ganar. 

Es un problema grave el que los prohombres (y promujeres; habrá que inventar el término) de este país no planchen nada. Si lo hicieran a diario aprenderían bastante sobre la vida real y sobre sí mismos. 

La ultraderecha mediática (ésa que tiene tantas portavocías digitales*  por obra de Aznar, Aguirre y otros, no lo olvidemos) ha puesto a caldo al gobierno por negociar con vascos y catalanes la reforma de los contratos laborales. Los del PP también insistieron en esa línea, como si nunca lo hubieran hecho ellos mismos, incluso con los mismos etarras. Y en todas las demás, justas o estúpidas, por supuesto. Para ellos sólo vale lo que se decide de acuerdo con sus intereses y sin consenso. No sea que cambie una coma y pierda su sazón. 

En fin, he decidido que no es que yo sea lento planchando. Es que negocio mucho.




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* Digitales, por haber sido adjudicadas a dedo, como era habitual en tiempos más oscuros que ahora no les viene bien recordar. 

3 comentarios:

Marta Sanuy dijo...

¡ole!

Marta Sanuy dijo...

Oye, que me acabo de dar cuenta de que no te tengo en mi blog, con lo saludable que es leerte.

No es malicia, es una mezcla de cortedad y dejadez ¡qué te voy a contar a ti de mi carácter!
ahora mismo lo pongo

saludos

José María dijo...

Se agradece, Marta. De todos modos, no me había fijado. Yo aún me percato menos de esas cosas... Haré lo propio en cuanto tenga un ratillo.