martes, 5 de julio de 2011

Pasiones.

Según lo veo, el fenómeno es asunto de sensibilidad. Y está más extendido de lo que pensaba hace no mucho. 

Me refiero a mi gusto por la música antigua, pongamos de mitad del siglo XVIII hacia atrás, o por la contemporánea. Estos últimos años me he ido topando con unas cuantas personas que compartían estas aficiones. 

Intuyo que obedece a una sencilla razón: búsqueda de otros lenguajes. En efecto, la sonoridad de la música clásica, entendida como lo típico que se escucha en las grandes salas de concierto y que se refiere sobre todo al romanticismo y poco más, no me satisface en absoluto. 

Parecerá esnobismo, pero prefiero veinte veces algo de menor "calidad", digamos, o más primitivo, tocado con instrumentos de la época (o sus reconstrucciones actuales, claro) que el conciertazo relamido de costumbre. Afecta más a mi sensibilidad actual. Parece menos esclerotizado, más vivo. 

Eso, a pesar de que haga casi quinientos años de la muerte de su autor. A que los instrumentos con que se interpretaba ya no existan sino en grabados y fachadas de catedrales. O, en el caso de la música contemporánea, a que haya que educar el oído para acceder a las disonancias, a veces estentóreas, de más de cuatro composiciones. 

Pero en todo ello hay vida. Algo me afecta cuando escucho a Mateo Flecha el Viejo o a Beat Furrer. Me exigen atención; no halagan un sentido estético convencional que tenemos tan interiorizado como para creerlo único. Y ésa es la tiranía: la del "buen gusto", la de "eso no es música", la de "cómo puedes escuchar esos rollazos antiguos".




Pues bien: proclamo que, en estos momentos de decadencia del pop y de agotamiento (relativo) del discurso academicista y biempensante, hay que buscar otras vías. No digo que las que a mí me interesan sean las únicas, porque otros universos sonoros habrá con rigor e interés. Sin embargo, es cierto que éstas me ofrecen una gran variedad de intérpretes y composiciones en buena medida desconocidos.


Y ahora mismo es un buen momento para aprender. ¿O no?

No hay comentarios: