jueves, 26 de agosto de 2010





Sucede con la música, pero no sólo. 


Estaba escuchando otra versión del "Sol da te", (Orlando Furioso, Vivaldi) distinta de la que bajé el 19 de febrero (la estupenda, emocionante interpretación de Magdalena Kozená con la Venice Baroque Orchestra) y, a pesar de no ser mala, no. No y no. 


No me emociona. No me transmite esa necesidad de que las cosas sean de cierto modo y el resto, inadmisible. No consigue que traspase el momento concreto en que lo escucho y decida prescindir de lo demás. No es necesaria.


Cómo puede ser que un mismo tema alcance densidades tan diferentes, hasta el punto de que detestas unas y no podrías pasar sin la elegida, la perfecta. 


Aunque no tiene nada que ver con la perfección técnica. Es más bien un estado moral de absoluto equilibrio entre lo que afecta y lo afectado. Es un pulso que siempre se acaba perdiendo. Esa sensación de que la dosis de belleza que te alcanza es excesiva. Pretendes resistir pero no hay manera. Los diques se desbordan. Es preciso desistir. 


Y entonces, cuando has sucumbido y no opones resistencia y te bañan las mareas que nunca entendías, comprendes por fin: lo esencial es aquel registro perdido, la frase que nunca se piensa, el roce de un dedo que apenas ha marcado otra piel. 


Ese precioso error. 

martes, 24 de agosto de 2010

A parir panteras



El dudoso privilegio de ser como se titula este blog -desconocido-, de no haber tenido padrinos ni apoyos de ningún tipo, sólo ha servido hasta ahora de tranquilidad moral. Por lo demás, ha ido en detrimento de mi -hipotética- carrera literaria. No hay más que ver a Fulanos y Menganos. Cómo medran en el verano del País, a pesar de su manifiesta incapacidad para la creación -y para el orgullo propio y la vergüenza torera, claro-. Tanta que a veces me dan lástima, cuando el único lastimoso debo de ser yo. 


En el lado positivo queda el no deber nada a nadie, el no estar sujeto a ninguna imposición. ¿Quiere eso decir que favorece el proceso creativo? No lo sé. No lo creo. 


En realidad, estoy convencido de que cierta dosis de dificultades exteriores impulsa la ambición de sortearlas y, con ello, el momento creador. 


No se escribe mejor necesariamente en la página vacía. A veces se necesitan pautas, sangrados, huecos para la foto e imposiciones del editor si se quiere llegar a la depuración. ¿Qué ha pasado en España durante estos 30 años largos de democracia? ¿A qué guerra civil, catástrofe planetaria o crisis de subsistencias están esperando esas panteras de la literatura para empezar a parir?

lunes, 23 de agosto de 2010

Estoy totalmente rendido a Hélène Grimaud




...Aunque mejor podría decir que me rindo a Beethoven con armas y bagajes. La única gran pasión de adolescencia, junto con la literatura, que todavía sigue siéndolo. Y va a más.


Hace poco leí un librillo de la estirpe de best-seller titulado "La décima sinfonía" tan sólo porque trataba de la posibilidad de que sí existiera una Décima Sinfonía completa (no los bocetos preliminares del primer movimiento que Ludwig dejó a su muerte; incluso han aparecido reconstruidos y grabados en CD y, por supuesto, me he apresurado a comprar). El libro no pasa de ser casi entretenido. Estoy pensando en donarlo a alguna asociación de marujas de Puerta de Hierro... En cuanto al disco, se parece a lo que podría ser un bis de la Séptima Sinfonía. Bastante mediocre. 


Lo malo de Beethoven es que tomaba infinidad de notas, aparentemente anodinas, y de ahí desarrollaba los exquisitos movimientos que ahora conocemos. El ínfimo material de partida no prefigura en ningún autor con talento desarrollos excepcionales. Es lo contrario del autor mediocre, o de pane lucrando, o best-selleriano: con temas a priori interesantes y atractivos produce puta mierda. 


Quizás lo único en que nos parecemos Beethoven y yo sea en eso de las notas. Ahora que estoy otra vez inmerso en un proyecto importante compruebo hasta qué punto su buen fin depende de las humildes impresiones, muchas de ellas recogidas en servilletas de papel o en recibos y libretas de diversa calaña, que configuran una visión compleja y sujeta a variaciones por motivos de dinámica interna, por los efectos que ejerce el lenguaje sobre sí mismo, que diría Ferlosio. 


Esto habrá que tratarlo otro día. Ahora vamos a disfrutar de Grimaud, amante de los lobos y sutil (y enérgica) pianista que entiende muy bien al Sordo.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Flavour of quid



Hace unas semanas, en Londres, curiseando en los almacenes Fortnum & Mason, me vi elegantemente abordado por un dependiente de cierta edad, finísimo él, con acento tan perfecto que pospuse el "Sorry, I'm just browsing" para disfrutar un ratito de su inglés. Me ofreció diversos perfumes, algunos propios de un acemilero con halitosis, otros ligeros como plumas, y al final desembocó en cierto 1872 de Clive Christian (yo tampoco tenía ni idea pero parece que es autor del perfume más caro del mundo), verdaderamente sutil y fresco, por no pasar a pormenores. Del shock que me produjo saber el precio sólo recuerdo que lo más asequible rondaba las 155 libras por 30 ml.

Allá do resido este mes han abierto una charcutería fina que tienta al más espartano. Ese guijuelo fantástico de cuatro años en bodega, a razón de 155 € el kilo (sale a casi 39 eurines el año de embodegamiento, que ya es salir), esa butifarra de salmón que no me he atrevido a probar, esas conservas selectas... Probé con el cerdo, cosa de la que entiendo un pelo y mi endeble estómago, pásmense ustedes, tolera de maravilla. 

Un espectáculo ver cómo la charcutera diseccionaba levísimas lonchas, las desprendía de todo tipo de impurezas y venitas, las colocaba exquisitamente, envolvía el resultado en una bandejita de ¿papel? ¿plástico? con su cubierta de estraza finísima, su bolsita de cartón elegante, su casi media hora que tardó en culminar el invento. 


Volví a casa como si portara viento bendecido. La verdad es que el jamón rondaba la mística, pero vaya. No sé si merece la pena el coscorrón.


Y todo esto viene al caso de constatar que no hay nada como experimentar lo excepcional para recaer en placeres comedidos, habituales. Ese olor a hinojo y hierbas secas que proviene de un terreno yermo junto a las vías. Esas deliciosas judías con patatas que me apetecen desde que llegué de Inglaterra y hoy van a sucumbir.

viernes, 13 de agosto de 2010

Vamos a relajarnos con Halffter

Se lo han buscado





Porque son tan torpes, tan evidentes, le echan tanto morro, que no me resisto a darles otro toquecito. Sí, hombre, sí: me refiero a los obispos.  


En concreto, a la propuesta de fijar la edad de recibir la primera comunión antes de los siete años. Cosa que me parece más bien chusca y, en todo caso, me deja frío. Lo bonito llega con las explicaciones.


Porque dice Cañizares, prefecto de la congregación para el culto divino, sea eso lo que deba ser, que "el uso de razón parece haberse adelantado", por lo que los niños de pecho ya pueden ir recibiendo la primera hostia (perdón por el chiste fácil: era demasiado tentador). Que los niños "están viviendo en un ambiente adverso; a menudo, por culpa de sus familias", que no les dejan ser lo que dios quiere de ellos. 


Es decir, que se debe librar a los infantes de la patria potestad, por lo menos en lo tocante a asuntos religiosos, para que se cumpla la voluntad de los cielos. Novedosa conclusión que podría romper con toda legislación civil desde el código de Hammurabi hasta la fecha, sospecho. 


Sigue la deliciosa exposición de motivos: "no hay que pensar que esperando que sean mayores logren una mayor madurez y estén más preparados. Curas y padres tienen que procurar prepararles y acompañarles en el entendimiento". Para mí que contradice la idea anterior de que se les ha adelantado el uso de razón, pero bueno. Todo vale para el objetivo básico: pillarlos a traición, cuando no puedan protestar ni evadirse de las santas obligaciones. Cuando no sean capaces y otros decidan por ellos.


Y es que la formulación del cristianismo, tan sólo desde el punto de vista de la lógica, muestra ideas tan descacharrantes que no hay quien las sopese con un mínimo de lucidez sin preferir el cuento de Caperucita. A mí, al menos, me parece más coherente. 


En todo caso, la declaración, hecha en L'Osservatore Romano, demuestra la pervivencia de la idea ya propuesta en su tiempo por el tío Paco: "no se os puede dejar solos". Y es que la "funesta manía de pensar" no conviene a nadie. Menos, a quienes afirman que tienen la posesión de la verdad porque sí.


No es de extrañar que, incluso en un país como éste, con tal alergia a la independencia de criterio y a no estar incluido en la cuadrilla de rigor, cada vez menos porcentaje de la población que se declara católica practique mínimamente o crea en los rudimentos de su doctrina. No digo nada de los ateos convencidos como yo. 


Si tan seguros están de la validez de sus ideas, señores de la clerigalla, échenle huevos y esperen hasta la mayoría de edad legal, a ver cuántos se animan a comulgar. 


¿A que no hay?

Prohibir lo que se antoja



Estos días que, por circunstancias, tengo que pasar en Cataluña, recuerdo antiguas impresiones de cuando trabajaba y vivía aquí. Y no, definitivamente, no me gusta el catalán. Me suena a híbrido entre español y francés, su fonética chirriante ataca la sensibilidad, la literatura local apenas me interesa y esa paranoia victimista de que llevan cuarenta años haciendo gala crispa los nervios dialécticos del más pintado. Joder, que está chupado entenderlo y no es tan difícil hablarlo con cierta fluidez. No es para tanto.


No obstante, y a pesar de que tengo docenas más de prevenciones contra esta gente, a la vuelta me veo defendiéndolos en Madrid. Más que nada, porque la crítica ignorante resulta peligrosa. Igual que me encanta poner a caldo a Zaragoza porque conozco bien sus defectos, me revienta que se critique injustamente o se aplique el tópico, sin más. Ya no vamos montados en burros ni hablamos con la máquina del tren. Tampoco Cataluña es ese lugar hostil que desearían ciertos cabestros de la capital.


No se puede insultar con eficacia sin tener conocimiento íntimo del insultado. Es decir, sin comprenderlo. Tampoco se puede prohibir algo por el simple hecho de que no guste, no se entienda, ataque la sensibilidad, choque con nuestra manera de ver la vida o nuestras creencias. 


Nunca jamás se me ocurriría prohibir la práctica del boxeo, deporte que no me acaba de gustar, por la misma razón que, incluso en un mundo ideal, no perseguiría el catalán o cualquier otra lengua local, por inútil que pueda parecer vista desde fuera, por poco o mucho que nos agrade. 


Sin embargo, escritores que, para mi sorpresa, no han dudado en defender el sacrosanto derecho de ciertas mujeres a mutilar su presencia, su voz pública, su autonomía personal, sus derechos más básicos por el medio de llevar unos trapitos, llámense hiyab, niqab o burka, son los mismos que defienden a capa y espada la prohibición de los toros.


Para mí que esto es el mundo al revés. Por un lado, la liberal sociedad en que vivimos permite que las mujeres islámicas sean silenciadas en su vida pública por motivos supuestamente religiosos. ¿Qué pasa con los últimos treinta años de liberación femenina e igualdad de derechos y responsabilidades? A la mierda, supongo. Si hay asuntos de moritos por medio, vamos a olvidarnos de esas zarandajas. Que se arreglen entre ellos.


Por otro, vuelvo del extranjero y me encuentro con la edificante noticia de que personas a las que no gustan los toros y que representan a muchas otras más a quienes no creo que hayan preguntado nada al respecto han tenido el cuajo de prohibirlos en Cataluña. Sin más.


Mudo de asombro ante tanta modernez, me pregunto por qué los politiquetes locales no se dedican a dar la tabarra en otro lado donde realmente haga falta y, por otra parte, qué piensan hacer para seguir protegiendo a los animales. Prohibir la matanza casera del cerdo sería algo en su línea, así como la caza y pesca deportiva (no la industrial: esa no da placer y, por lo tanto, vicio, que es lo que en verdad se prohíbe). Por cierto: esta idea es de raigambre estrictamente judeo-cristiana, y católica, por ende. No sé si alguien se ha dado cuenta de ese sutil aroma a sacristía.


¿O es que van a crear dehesas públicas en el Delta del Ebro para mantener rebaños de reses bravas y que no desaparezca la especie? De otro modo, ya se sabe: si un animal doméstico no rinde, se elimina. Piénsese en el simbólico asno, o ruc, como lo llaman por aquí. A partir de ahora, como no veamos toros en el zoo o en los libros de Historia Natural... Bonita manera de proteger especies animales.


El aire inquisitorial de esa gente, disfrazado de sensibilidad y defensa de derechos de los que no los tienen (los animales, no; las personas, sí, a ver si se enteran) es de dar miedo. Supongo que dentro de poco querrán garantizar mi derecho a no ver películas porno (degradantes para la condición femenina, o masculina, o animal, o transexual), a no desafiar la voz de la mayoría, ya que vivimos en democracia, a no mirar a la gente a los ojos, por aquello del derecho a la imagen y la intimidad...


Que sí, hombre: ya se sabe que si prohibimos todo aquello que no nos gusta, no hay quien nos pare. La cuestión está en por qué los bienpensantes no llevan las teorías al límite. Tanta sensibilidad atribuida a los rumiantes y tan poca a otros animales inferiores, incluso a los vegetales. ¿No se ha demostrado que las plantas también sufren al ser tronchadas? Pues eso, todos a comer piedras. A no poder matar piojos ni cucarachas. A dejar que los tumores se desarrollen y medren, ya que están llenos de vitalidad. 


Por cierto: ¿de dónde sacan esos que la vida ha de ser un cuento sensiblero y tontorrón?