Mañana salgo pronto, la obligada excursión anual no admite tregua. Pero, si de mí dependiera, me quedaría unos días en casa solo por sentir cómo se van enlazando los cabos sueltos del cerebro y uno se asienta de nuevo. Por dejarme llevar como si fuera una barcaza y la corriente tirase suavemente de mis ideas hasta alargarlas hacia lugares que me hacen falta.
En fin, a la vuelta hablaremos de cosas más interesantes.