miércoles, 17 de marzo de 2010

Ingenuidad



Me daba penita que una novela variada y estimulante como Parece septiembre pasara desapercibida y que tan pocas personas la hubieran leído debido a lo precario, por no decir cutre, de su distribución. Así que la presenté al premio Villa de Madrid (Premio Gómez de la Serna de narrativa) para obras publicadas en Madrid en el 2008.

Esto fue el año pasado, cuando aún veía alguna posibilidad de redención o era un poco menos escéptico sobre estas cosas. De todas formas, lo mío con los premios literarios va para antología de la estupidez.

Pues bien: se falló el premio, no fui el ganador, como era de prever, y hoy me he pasado por la dependencia municipal para recuperar los cinco ejemplares de la novela que había depositado. Y los he recuperado de un sótano fresquísimo y muy organizado que olía demasiado a cañerías.

En perfecto estado. Tan así que, habiendo salido intactos de la editorial, han vuelto a mis manos con señas evidentísimas de no haber sido siquiera hojeados. La edición en rústica tiene la ventaja de que chiva inmediatamente cualquier indiscreción.

"Lo que hay que hacer en adelante", me he dicho tras gran cavilación,"es seguir la estela de los autores buenos que en esta república de las letras son y mandan: public relations, cuadrillita de amiguetes y escalafón hasta alcanzar el Parnaso".

O escribir algún día tan bien como ellos, claro. Pero antes prefiero dedicarme a la cría de caracoles.

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