jueves, 8 de julio de 2010

Pola Oloixarac nos enseña el nuevo arte de escribir no-velas (II)



O eso dicen los fans de esta estrellita. Afortunadamente, a cada acción corresponde una reacción con igual fuerza. Y es que los modernos a la violeta son incansables.

Pero con la prueba de la lectura desapasionada, la única que valida realmente un libro, se descubren cosas evidentes que nos habían querido escamotear. Y lo peor es que estos talibanes de la novedad suelen hacerlo acusando a los que no son de su cuerda de todos los males.

Por supuesto, son (somos) reos de falta de modernidad. Que vale, se entiende que si no te tragas el pestiño de la señorita Caracciolo, o de Vilas, o de Mora y todos los nocillos del país (y anda, que no proliferan) no puedes estar a la última. Cosa discutible, pero tampoco quiere decir nada sobre la relevancia de sus tochos encuadernados.

En el caso que me ocupa, no he encontrado en el volumen mejor acicate para concluirlo que el escribir una crítica para http://www.literaturas.com/ (supongo que aparecerá en el próximo número) y concluir estos comentarios. Disciplina, disciplina y disciplina, como diría el otro.

No ha habido goce, salvo en contadísimos párrafos que quedaban diluidos en el tostón general. Ni sentido del humor relevante. Ni emoción. Ni pintura de personajes. Ni teorías llevadas a algún fin de interés. Ni acción novelesca que merezca la pena recordar. Ni... Suma y sigue.

Sí he visto una prosa decente a ratos, cuando no se deja llevar por la verborrea pseudo-ensayística, atisbos de que la autora puede llegar a trabar algo más consecuente si se deja de pajas mentales y CUENTA algo...

No sé. Me parece floja cosecha para tan gran esfuerzo. Y, sobre todo, no admito que estos pavos a la moderna quieran hacer sentir idiota al lector cuando sólo se trata de intentos fallidos. Quizás interesantes en teoría, pero hueros de resultados. Y muy, muy aburridos.

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