viernes, 17 de febrero de 2012

"Un momento de descanso", de Antonio Orejudo





Estoy perplejo. Por primera vez en mucho tiempo, una novela de poco más de 200 páginas ha conseguido que pase de la irritación inicial al placer de leer un texto ágil, entretenido y coherente y finalmente al desconcierto y la desilusión. Todo un logro. 

El comienzo, con un tratamiento caricaturesco y absurdo de personajes y situaciones, da ganas de tirar el libro a la basura. Gracias a que tenía verdadero interés en descubrir por qué la crítica la había catalogado como una de las mejores novelas del 2011 encontré la paciencia para no hacerlo.

Afortunadamente, porque al poco el libro remonta el vuelo y las peripecias de Cifuentes o del mismo Orejudo, que ejerce de narrador (y medio adivino, aunque solo a ratos, cuando le interesa al Orejudo-autor) están contadas con un estilo ágil, fácil de seguir, si bien no muy elegante.




De hecho, uno se siente inmerso en la narración de la peripecia norteamericana del amigo Cifuentes y después, ya mediada la novela, intrigado por la trama descubierta en el seno de la universidad española donde es acogido tras su caída en desgracia.

Poco importa que haya algún desliz argumental (la ya mencionada capacidad adivinatoria de Orejudo-narrador, por ejemplo, o alguna ocurrencia de la que no se ve bien lo pertinente) porque el lector se ve arrastrado con deleite hasta el final.

Y ahí se estropea lo bueno de esta novela, que no es poco. El desenlace es mediocre, torpemente realista, decepcionante para lo que había prometido a lo largo de bastantes páginas que ahora no se entiende qué pretendían. 


De hecho, uno se queda con la sensación de que el autor no sabía muy bien cómo acabar la historia, que ya he comentado que tiene momentos de brillantez, y entonces ve que algunos hilos de la trama no acaban de encajar, o de autojustificarse, o que no interesan un ardite porque son superfluos. 


Mal modo de rematar una novela notable por otros motivos. Ya digo que Antonio Orejudo es un excelente narrador. Debería, no obstante, haber pulido mejor esos detalles para evitar los desequilibrios y contradicciones, porque la verdad es que uno se queda con la miel en los labios. 


No sé si era esto lo que esperaba...




P.S.: Incluso la portada (de Editorial Tusquets) es feísima y tampoco parece tener mucho que ver con la historia.

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