sábado, 7 de abril de 2012

Necesidad en el cambio.







Escucho con atención a los viejos (y no tan viejos) amigos y compruebo lo poco que han cambiado en cinco, diez, veinte, incluso más años. Al menos, esa sensación transmiten. La edad va demoliendo los cuerpos y facciones, o asentándolas, pero parece que no ofrece tanta erosión sobre las mentes. Resisten como si estuvieran talladas en mármol. 


Por más que me duela reconocerlo, algunos de ellos, gente que me influyó poderosamente y de la que tomé todo lo que pude, siguen reproduciendo su adolescencia y primera juventud como en una suerte de bucle. Y resulta curioso ver cómo las mismas posturas, las frases que las acompañaban cuando los traté por primera vez, incluso las anécdotas se repiten sin que para ellos dejen de producir esa suerte de efecto reivindicativo o balsámico.


Yo no me veo así, como es lógico. Tampoco ellos a sí mismos, y me consta porque a alguno le he preguntado. No me atreví a hacer la misma pregunta sobre mí: sospecho la respuesta. Y me temo que quien no ve cambio en su interior es incapaz de comprenderlo en lo ajeno.


Sin embargo, sé que he modificado tantas cosas, he cambiado en tantas opiniones, me he deshecho de casi todo lo que me estaba asfixiando, empezando por la misma ciudad... 


Para tratar de algo que no levante resquemores, en el proceso de escritura, que es el detalle que me ha llevado a esta observación, casi no reconozco cómo me enfrentaba con las ideas y las transformaba en páginas de "No es suficiente" allá por 1997-99. 


O el complejo proceso de redacción de "Parece septiembre", del que me ha costado mucho más tiempo desprenderme, sobre todo por circunstancias personales y editoriales, ya casi no se me aparece cuando me enfrento con los folios últimos de "Los días y la noche", que tiene una complicación diferente y más insidiosa, me temo.


Y menos aún cuando elaboro las líneas generales y algún bosquejo de la próxima novela, aún mal titulada, que ha de ser novedosa y bien diferente, y otro embolado técnico de consideración, como siempre que me fijo un proyecto. En qué queda luego, es asunto de que ustedes lo consideren y juzguen. Yo no puedo hacer otra cosa que avanzar. 


Pero esa mutabilidad dentro de las mismas líneas, que considero sin embargo suficiente para justificar el vocablo tan trillado de "evolución", me cuesta encontrarla en aquellos otros que deberían haberla asumido durante todos estos años. No sé quién está mejor asentado, o qué pasa conmigo para no poder sentirme bien con lo que ya poseo... 



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