lunes, 26 de agosto de 2013

Recuerdo que


Allá por 1989, Marta Sanuy, una de las chicas del bar-librería Cinemascopa y lectora habitual de este blog, llevó a Luis G. Martín a Zaragoza. Carmen París, por cierto, era su socia en aquellos tiempos. 




El bueno del actualmente llamado Luisgé apareció por Zaragoza (acababa de publicar su primer y excelente libro de cuentos) y hubo un pequeño coloquio, o debate, o yo qué sé, al que se autoinvitó Félix Romeo Pescador, who recently passed away and whom everyone seemed to have revered when living. Except myself. I must be quite a nasty person and still consider his rude, flamboyant personality as irritating as his writing. 

Yet, I admire his ability for public relations and also for taking advantage of an apparently risky situation ya que, sin más ni más, se quiso arrogar el papel de moderador que en un principio había asumido yo por deferencia de la propietaria. Y, hasta cierto punto, lo consiguió. Fue este mi primer contacto con las miserias del cotarro literario, pero a fe que aprendí de la experiencia. Desde entonces, famosos y mediocridades, capitalinos y provincianos, todos ellos tocados por algo más cutre que hybris, han mostrado el mismo ceño arrogante y esa necesidad infantil de marcar el territorio (1). 


Aquí, alternando con el rus de la profesión...
Procuro no acercarme a ellos o, en todo caso, hacer como que no me entero de por dónde respiran. A fin de cuentas, no acabo de hallar su beneficio, qué pretenden avasallando al que ni puede ni lo intenta, o qué corral exclusivo amurallan tan bien. Ellos gozarán de mejor vista que yo...

Pero Luis (o Luisgé) estuvo agradable, aunque frío, profesional. Su libro "Los oscuros" me entusiasmaba entonces, y así se lo dije. Aun ahora, sigo considerándolo uno de los buenos escritores de este país, por más que su obra posterior no me satisfaga demasiado. Pero es bueno, de verdad. Alguien comentó que se trataba de un tipo "un poco raro". Luego supe a qué se refería, pero su discreción o mi despiste me impidieron sospechar nada. 




Tampoco cuando quedé con él unos meses después, ya trabajando de interino en Madrid. Resulta que sus padres vivían al lado de mi instituto. La entrevista fue frustrante. Dada su parquedad de palabras y por llenar el vacío, me embarqué en comentarios que debieron de parecerle vacuos o inanes. No recuerdo cuáles fueron, pero yo también acabé con mal sabor de boca. Con la sensación de haber hecho el idiota. Porque, ¿de qué se habla con un escritor al que no conoces y con el que no tienes nada en común? 

Sólo recuerdo que en aquella época Luisgé tenía un proyecto en la sierra con el Mago Tamariz para redactar una enciclopedia del ilusionismo. Llegaba a su casa tras tomar varios autobuses y andar un tramo largo, así que sólo se veían cada par de semanas. Apasionante, sin duda. 

En cuanto a Carmen París, de sobra conocida su actividad musical, hace mucho que no la veo. La penúltima vez, creo, fue en la presentación de su primer disco. Antes nos lo había anunciado en plena Plaza de España, una tarde en que coincidimos y, aparte de mostrar su entusiasmo por la empresa que al fin emprendía, soltó trapo sobre sus andanzas anteriores. Todo muy instructivo y revelador, pero no viene al caso. 





También hace tiempo que no leo a Luis G. Martín (lo siento, pero el nombre actual me parece un poco tonto). "La mujer de sombra" es su última novela, me parece. Igual le echo el ojo. Hasta el momento, aunque no me haya interesado lo que contaba, siempre lo ha hecho con altura literaria y gran capacidad técnica. 





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(1) A veces, he temido que sacaran el pene y orinaran un círculo defensivo alrededor. 

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