viernes, 2 de mayo de 2014

Libertad





Sí, queridos: aquí tenemos a nuestro Frank Zappa en 1963, en un show televisivo que parece tener como única misión reírse del invitado. 

Cuesta reconocerlo con ese traje tan años 50, ese aspecto modoso, tierno casi. Hasta que comienza a hablar. 
Desde luego, el humor fue una constante en su vida artística y personal. Hasta cierto punto, la visión que proyectaba quedaba un tanto distorsionada por ese aspecto, ocultando en parte lo brillante y genial de su producción. 

Porque, cuando dejaba de hacer tantas bromitas, le salían cientos de maravillas como estas "Peaches en Regalia", "St. Ber'dino" o "Don't eat the yellow snow". Y a ver si, aparte de su virtuosismo instrumental, no han soportado excelentemente el paso de las décadas. Desde luego, mejor que el programita de Steve Allen. 



Volviendo a lo de la bici, resulta que tampoco era tan tonto. Básicamente, porque Zappa fue discípulo confeso de Varèse y Webern, entre otros compositores contemporáneos que llevan más de un siglo investigando con nuevas formas musicales, nuevos sonidos (ver mis variadas comentarios al respecto en este blog) y etc. En ese contexto puede entenderse la broma de Frank. 

Sin ir más lejos, esta semana asistí en el Auditorio Nacional a un concierto dirigido por Peter Eötvös con obras de Stockhausen, Boulez (admirador y admirado por Frank Zappa, con quien colaboró) y suyas. En la denominada "Steine", por ejemplo, tanto el director como los 22 miembros de la orquesta entrechocan piedras de diferentes tamaños y sonoridades como parte integrante (y escrupulosamente sincronizada) de la partitura. El resultado, curioso al principio, me pareció encantador y muy eficaz. No he encontrado nada en youtube, así que dejo la referencia discográfica: 

http://www.allmusic.com/album/release/peter-e%C3%B6tv%C3%B6s-chinese-opera-shadows-steine-mr0002740355

 (Se puede escuchar un pequeño fragmento)  

O qué decir de los pianos de juguete, los pianos "arreglados" o los diversos vegetales que utiliza John Cage. Por no hablar de la experimentación electroacústica de buena parte de la vanguardia tras la 2ª Guerra Mundial. 

En fin, que no era tanto cuestión de hacer chorraditas con una bicicleta sino de intentar abrir puertas a la atmósfera agobiante de los primeros años sesenta. Luego vino el 68 y las cosas no pudieron ser lo mismo. 

Ahí está la bicicleta. Eso es libertad, señor Allen, pedazo de cretino. 


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