jueves, 15 de mayo de 2014

Perplejidad.


A ver si entiendo bien al Ministro de Interior: está dispuesto a poner coto a los abencerrajes que se dedican a decir barbaridades de Isabel Carrasco, la Presidente de la Diputación de León (muchas de ellas, todo hay que decirlo, bien merecidas, porque la interfecta era una cacique de tomo y lomo) por el simple hecho de que ha sido asesinada en lo que parece una consecuencia de su trayectoria vital, y me da igual qué o quién o cómo o por qué; es un asesinato y ya basta. 

Y este hecho no puede dignificar una vida ni tampoco la condena. Ni es merecido. Nadie merece ser asesinado, por incómodo que nos resulte o por mucho que nos desagrade. 

Ahora bien: que Jorge Fernández Díaz, el ministro de la virgen y las misas y la madre que parió a ambas, decida que hay que censurar la libertad de expresión de las redes sociales porque no le gusta lo que dicen de la difunta, me deja ojiplático y meditabundo. 



No entiendo por qué no ha hecho nada todavía con la llamada "TDT party", esas cadenas de ínfima catadura moral, intelectual, política y personal, que no saben sino insultar, mentir, tergiversar, denigrar a todo el que no piense exactamente como ellas. O los periódicos de extrema derecha que hacen poco más o menos lo mismo. Y llevan ya la torta de años actuando en la mayor impunidad. Nadie ha dicho nunca que hubiera que cerrarlos, por más que redundara en beneficio de la sociedad. Ni siquiera nuestro preocupadísimo Ministro de Interior.



Vaya, don majadero, vuélvase a misa y deje las redes sociales y la libertad de expresión en paz, que habrá asuntos de mayor envergadura en los que ocupar su inmensa capacidad para no hacer nada. 

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