viernes, 9 de septiembre de 2011

Di due rai languir costante







La Bartoli cantando a Vivaldi también sirve para elevar el ánimo en momentos duros, trabajosos, y septiembre siempre lo es. Ya saben los lectores de este blog que es mi mezzosoprano preferida. No así el "padre rojo", a quien he redescubierto hace unos años y me tiene encantado. Compuso una obra sacra y operística excelente, de verdad. 


Y eso que Sandur, con quien he estado hablando a menudo estos meses de verano, considera que Vivaldi es como el agua, que empapa pero no llega a más. Se queda en la epidermis del intelecto. Es poderoso de efectos pero no penetra en la sensibilidad como sí lo hace Bach, por poner otro de sus (nuestros) autores preferidos. 


No sé si estoy muy de acuerdo. Piezas como esta son de tal magnificencia que rozan el nivel de los mejores. Y el uso de la flauta y el pífano felizmente conjuntados con la voz femenina me parecen estremecedores. 


En fin, gustos habrá que avalen una u otra opinión. De todos modos, tratar con personas inteligentes es siempre valioso, aunque se discrepe en lo accesorio. O, sobre todo, si se discrepa.




P.D.: Parece que el viejo se ha decidido a largar lo mucho que tenía guardado y la novela va a buen ritmo, aunque hay una sorprendente cantidad de trabajo por delante, para pretender como pretendo que no sobrepase en mucho las doscientas páginas. No creo que pueda acabar antes del 2012, por supuesto. Tampoco importa demasiado. Luego tardaré otros cuatro o cinco años en publicarla... Si se publica. 

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