sábado, 28 de enero de 2012

Más posturitas.



Creo que ya he aprendido a tomar las cosas como vienen, a no darles la importancia que otros querrían que tuvieran. Incluso a no prejuzgar, por mucho que la realidad rara vez me sorprenda. 


Aún así, de vez en cuando llama la atención el teatrillo de actitudes que aparece ante los ojos cuando menos lo esperas.


Hace unos días, hojeando el diario Público en el insti, me encuentro una generosa entrevista a Manuel Vilas con motivo de la aparición de su última novela (hay que ver cuánto escribe este hombre) titulada "Los inmortales". Sí, como la película y después serie. Sin complejos. 


El artículo no tiene desperdicio. Está firmado por Jesús Rocamora y arranca con esta frase: "Si la imaginación pudiera pesarse igual que se pesan las patatas en el súper, el pobre Manuel Vilas (Barbastro, Huesca, 1962) viviría con la cabeza permanentemente aplastada contra el suelo por culpa de la gravedad". Muy fuerte.


Hombre, yo tampoco tendría el cuajo de definir, tal que hace M. Vilas, un escrito mío como "un volcán de libertad donde todo salta". Ni de añadir que "el humor es amor también, una forma de crítica contra la autoridad, algo que nos hace más libres y que nos quita la solemnidad propia de la tragedia humana". Básicamente por sentido del pudor, que en mí está muy acentuado. O por estética. 


De todos modos, hay que ver cuánto piensan los escritores cool del momento. Parece que el rollo petardo de los Nocillos se les ha subido a la cabeza. Quizás luego no les rinde tanta cogitación; quiero decir, cuando se ponen manos a la obra, pero ahí está lo pensado. Para que todos vayamos aprendiendo. 


Por ejemplo, cuando manifiesta su candorosa creencia en el progreso (por considerarse "vitalista", cosa que ni quita ni pone, pero bueno) y en el valor de la literatura como terapia contra la alienación. 


En toda la entrevista, muy extractada, por fortuna, he compartido con Vilas una sola afirmación. Cuando dice: "practico una escritura peligrosa porque me meto en berenjenales que son límites propios de la ficción". Y es que eso mismo, sin aspavientos, nos pasa a todos los que en un momento u otro hemos decidido crear, no repetir lo creado. Y tampoco garantiza el resultado; solo constata la actitud del creador. 


Dicho lo cual, propondría a todos los novelistas, independientemente de sus cualidades y presupuestos creativos, que se dedicaran simplemente a escribir. Es que eso de pensar no es lo nuestro, por más que nos empeñemos. 






Vamos, que tengo unas ganas tremendas de leer "Los inmortales".

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