jueves, 30 de abril de 2009

Patricio Pron. "El comienzo de la primavera", XXIV Premio Jaén de novela.



Igual la mejor forma de comentar un material ambiguo puede ser transcribir las notas que voy dejando garabateadas en sus páginas. No todas, claro (son legión), aunque quizás las más reveladoras. De este modo, me ahorro expresar mis opiniones sobre (parte de) la narrativa hispanoamericana del momento y la mente capta de bastantes aborígenes literantes que se quedan papando moscas en cuanto las firma la indiada. Ahí van:

"Cierto descuido general en la redacción, con incorrecciones llamativas; resulta pesado y, a ratos, irritante ".

"Hábil de recursos expresivos a los que a veces se ve la tramoya. Tiene el coraje de narrar con convicción contenidos abstractos o meramente especulativos que muy poco pueden interesar al lector medio. A mí, por lo menos, me dejan frío".

"Cada tanto se deja llevar por la verborrea".

"Le sobran tantos alardes de retórica y cierta tendencia a no aclarar de quién se habla en cada momento sin más ni más: no se justifica por motivos estructurales, puesto que otros aspectos los deja el narrador meridianamente claros. Supongo que pretende dar suspenso".

"Me da el pálpito de que esta novela es de las que aparentan ser mejores de lo que son y estar más correctamente escritas. Apabullan al lector (o jurado) con poca altura o experiencia intelectual. Y no afirmo que no valga. Sólo que tiene bastante fachada y poquita sustancia".

"Este exceso de documentación puntillosa hace que los personajes pierdan verosimilitud, sean históricos o no. Parecen marionetas zarandeadas de un sitio a otro por el capricho del narrador. ¿Por qué no se quedan quietos un momento? Si al menos hicieran algo interesante..."

"¿Y ese narrador que sabe todo de todos pero cuando le apetece no toma partido para perpetuar el mínimo misterio de la obra? Falso, falso, falso".

Siguen más, pero las omito para no caer en el ensañamiento. Por otro lado, podrían dar la impresión de que todo es negativo en la novela de marras. Y tiene algunas cosas buenas.

Dicho de otro modo: no niego que de fuera nos pueden dar una y mil y todas las lecciones narrativas. Estoy dispuesto a aprenderlas, como ya he procurado hacer en tiempos con autores de talla inmensa. Ahora bien: no voy a aceptar ni palabra de quien sólo resulta un chavalín aplicado redactando cositas insulsas. Y las muestra con ese embolique algo redicho y esos localismos que a nosotros raramente se nos permiten (verbigracia: "embolique" por "embuste").

En fin, que sería la mejor novela presentada al premio Jaén, no vamos a dudar de la honradez del jurado ni anotar su escoramiento suramericanista. Tampoco me parece mala, por supuesto, pero hay que ver cómo está el cotarro para que lo mejor sea lo único que se salva de la quema. Por los pelos.

martes, 21 de abril de 2009

Coloquios de figuras







Ayer en Alcalá de Henares hubo coloquio, charla, merienda de negros o lo que sea entre estos tres individuos con motivo del Día del Libro. Se trataba de una supuesta "fiesta de la palabra" y asistió bastante público con ganas de divertirse y ver de cerca a las figuras mediáticas.

A David Trueba le acababan de conceder el Premio de la Crítica por su última cosa publicada y de las otras dos starlettes de la literatura, aunque el nivel de seriedad de uno y otra no tienen comparación, qué vamos a contar que no se sepa ya.

Pues bien: no se habló prácticamente nada de literatura, poco -y mal- de cine y mucho de recuerdos masturbatorios y otras pijadas de adolescencia.

Los dos chicos -Villena dixit- estuvieron a ratos entretenidos, casi nunca ingeniosos, si exceptuamos la ironía low profile de Trueba o las parrafadas culturosísimas del vate, que aburrían hasta a su foulard rojo. Y nada interesantes, ocurrentes o sabrosos de anecdotario, que es lo mínimo que se puede pedir a contertulios tan afamados, a falta de cosas de más enjundia.

Especialmente sosa me pareció Carmen Posadas, que llevó su pijerío hasta la más absoluta indigencia intelectual. No logro recordarle una frase digna de ser transcrita. Ni una triste anécdota que animara el decaído cotarro intelestual. Y supongo que cobró como los otros, sólo por sentar su augusta presencia delante del resto de mortales para que la observaran a placer.

En fin, que hacía mucho tiempo que no me aburría tan a conciencia.

¡Jo, qué ganas tengo de ser famosete
para decir mis paridas y que todo el mundo aplauda como si hubiera revelado el secreto de la existencia! No obstante, espero contarlas con un poquito más de gracia. Noblesse oblige.


jueves, 16 de abril de 2009

Proclamas (I)





No, no, no, pacientes lectores. No hay excusas para tanta mediocridad. Me temo que desde los años setenta el campo en que más ha brillado la creación artística de este país ha sido la cocina. Algo por detrás quedan la arquitectura y otros diseños. Desde luego, nada que tenga que ver con las letras, que dormitan un sueño de contemplaciones vacías o se revuelcan en sobras del exterior muy poco y muy mal digeridas.

En las décadas de reducción de cabezas que llevamos sufriendo no recuerdo nada que me haya hecho vibrar de placer, o de dolor, que me haya saltado las lágrimas o me deshiciera a carcajadas. Nada que tuviera la cualidad de arrastrarme por el lodo de los sentimientos o me elevara a las cimas de la sutileza. Nada, en realidad, que consiguiera interesarme un poco. Sólo un poquito, por favor, que estoy hambriento. Nada.

En fin, no tengo ganas de enfangarme en discusiones necias sobre si fulano tiene dos gramos más de talento que mengano, sobre si zutano alberga más dotes para la mercadotecnia agazapada en sus paginitas, sobre si perengano encandila mejor a los jurados de premios literarios, sobre si... Me aburro mortalmente.

Pero quiero lanzar una pregunta, a ver si a alguien se le ocurre responder: ¿por qué nadie se pone manos a la obra para hacer algo que de verdad pueda interesarnos?

Quiero decir: algo serio, honrado, decidido a no esconder el bulto y largar faenas aparentes de brillos falsos sólo para el tendido. Posiblemente salgan muchas cosas mediocres o malas de solemnidad. Me es indiferente. Hasta parecerían mejor que lo que se está vendiendo por ahí, y me refiero a esas cositas envasadas en pulcro celofán que no son, no sienten, no estimulan, no creen en más que su ansiosa vocación por desaparecer cuanto antes y ser reemplazadas por otras igual de vacías.

No veo de qué otro modo va a crearse nada válido. O es que ya no nos atrevemos a equivocarnos en la estrategia y dejar de cobrar las cuatro perras de costumbre, o a perder prebendas y cuotas de poder en el cotarro miserable que nos acoge. ¿Tanto rinde, de verdad, ser líder del corral, si todos nos comemos los codos de hambre?


P.S.: Vaya; parece que hoy sí he lanzado la soflama. Y quedan más, no os creáis.

martes, 14 de abril de 2009

¿Estás tonto?





El caso de Juan Manuel de Prada me parece bastante representativo de cómo van las cosas por la caverna. Creo que mi tirria al personaje va acrecentándose con cada nueva aparición en pantalla.

Aunque es cierto, también he de decirlo, que de vez en cuando me ha divertido, en las últimas ocasiones ya me fatiga lo reaccionario, cutre, meapilas, redicho, fatuo y absurdo que puede llegar a mostrarse. Sin embargo, hay un defecto que hasta ahora no le había achacado: la estupidez.


En su caso, está asociada a esa soberbia intelectual con anteojeras que es como su marca de fábrica. La que le lleva a hacer asociaciones descabaladas, absurdas, sin tener en cuenta nociones elementales de política ni de historia, ni el sentido común -la moral, que diría él- más evidente. Para este individuo todo vale con tal de desacreditar al que no opina de su arcaica manera o simplemente le parece non sancto.

No de su estilo de santidad, ése que apesta a sacristía y a mojigatería ramplona, el que comulga todos los días con ruedas de molino y se santigua al sacársela. Si por él fuera, volveríamos al Index Librorum Prohibitorum, a los autos de fe y al potro para forzar conversiones. Cualquier cosa vale, pues está poseído por la verdad.


¿Pues no dice el otro día que no sé qué chorradas del gobierno socialista son exactamente lo mismo que la "solución final" nazi? Anda, no me jodas, que hace falta tener mucho morro, grandísima ignorancia y ser un poco más que subnormal para sostener esas patochadas. Se miren por donde se miren, porque no es una cuestión de opinar, sino de simple y llanamente decir mentiras como carros.

No puedo evitarlo: los alardes de imbecilidad me fascinan. Aunque también me emboba ver fluir las aguas y observar a las mariposas que se acercan a la llama. Y siguen siendo cosas bastante tontorronas, por mucho que relajen el espíritu.

A pesar de todo, duele ver cómo una persona inteligente y culta puede volverse tan profundamente imbécil por efecto de la ideología. O la doctrina, que es lo que le va a este tipo. Así nos luce el pelo intelectual en este país, queridos.

lunes, 13 de abril de 2009

Cementerio




Ahora que el mundo despierta -estamos sin duda alguna en el més más cruel- tengo la intención de volver a un cementerio que hace tiempo no visito. Y no me refiero al recinto físico donde reposan los despojos de quienes fueron algo y ya apenas se recuerdan.

El cementerio de la mente es más abrupto, crepita de hierbas nacidas en los caminos y junto a las tumbas antiguas, se estremece con el viento de la altura. Allí tiene mi cerebro un queridísimo pajar, una especie de nicho familiar bien espacioso donde sólo es menester abrir un agujero para seguir alojando cadáveres. Después se cierra toscamente, se graba otro nombre en las lápidas que le dan apariencia honorable y hasta dentro de unos años. Puede que el próximo ocupante sea yo mismo. O alguno de mis yoes, qué más da.


Estos días querría visitar el panteón donde se encuentra aquella imagen portentosa, la de los campos de vides que suben las lomas, dispuestas en orden guerrero, como el bronce de los ejércitos refulgiendo al sol en oleadas mientras Marte, indeciso, tremendo, vaga dudoso entre ambos frentes. ¿Dónde reposan esos versos?

También me exigen respeto un par de párrafos muy bien labrados en que el señor se despide de su criado, pidiéndole que no aliente vanidades pasadas ni esperanzas imposibles. Y muere en ese momento porque lo ha elegido así. Transformado en sí mismo.

Por último, en algún nicho debe de estar cierta frase repetida y una sensación triste de vacío en el personaje que se ocupaba de leer cartas muertas y tenía una tapia por horizonte desde su ventana.

El paisaje de la foto soporta una estética nevada. Debería servir de metáfora. Quizá de la situación de la novela en estos tiempos, quizá del barbecho en que se encuentran las potencias creativas. Tengo el pico y el capazo ya prevenidos. ¿Alguien me acompaña?

domingo, 5 de abril de 2009

Se acabó la fiesta, queridos



Tengo grandes esperanzas puestas en esta crisis, eso es bien cierto. También sospecho que pronto me sentiré defraudado y mis altísimas expectativas se irán todas a tomar viento.

Siempre a la caza de símiles apropiados, no he tardado en incorporar a mi imaginario la situación presente como correlato un poco tardío de la caída del bloque comunista. Desde hace tiempo esperaba que un cataclismo de parecidas características sacudiera al capitalismo, aunque sólo fuese por motivos higiénicos.

Dado que cada ocho o diez años tenemos un tembleque de intensidad variable que nos vuelve a los miedos más elementales, éste debería servir al menos para sacar la porquería que todo sistema engendra inevitablemente. ¿No dicen que es tan inusual? Pues vamos todos a picar del banquete.

-No es cierto: yo tengo el recurso a la memoria. Mi adolescencia se adobó en otra crisis, la del petróleo de 1973, y ésa sí que fue cosa seria. Y larga. Y acongojante-.

De todos modos, estoy convencido de que la abulia en que vivimos desde hace décadas en nuestro mundo occidental, y especialmente en este país, necesita de una dosis razonable de hostias para desperezarla.

Crisis quiere decir revulsivo, quiere decir acción, ver las cosas desde otro punto de vista y no aceptar los valores que han quedado desacreditados por su ineficacia como referencias de futuro. Si no se aprovechan las situaciones de bancarrota para adaptar nuestro queridísimo sistema y meter mano a los que nos han abocado a esta sopa boba suicida en que nos venimos rebozando, ¿por qué motivo no se van a repetir dentro de una década?

Pensemos ahora en el mundo literario: ¿vamos a seguir leyendo las cositas descafeinadas y las mierdas preconcebidas para vender por millones? ¿Aceptamos pulpo como animal de compañía y a las figurillas del momento como lo mejor que se puede conseguir? Ahora que, paradójicamente, hay más variedad de publicaciones que nunca, ¿seguimos con Planeta, Alfaguara y sus adláteres o pasamos a otras editoriales que nos ofrezcan algo que tenga que ver con la realidad y los verdaderos intereses de la gente?

Por último: ¿No van a cambiar nunca ni van a poder regularse los cambalaches denigrantes de tantísimos premios literarios? Porque ríanse ustedes del caso Gürtel si echamos un vistazo a los premios organizados por Planeta, Algaida y otros tantos.

Sencillamente, no veo motivos para dejar las cosas como estaban hace unos meses. Ni uno solo.

viernes, 3 de abril de 2009

Algo que se me antoja solvente después del tiempo

... Y no es poca cosa, dado que cada pocos meses procuro no soportarme más de lo estrictamente necesario. Por lo que he deducido que debo de ser malísimo escritor, a la vista de lo rebién que se admiten otros y se admiran, embobados, y se sorben los mocos literarios. En fin, ahí va este jarro frío:


AGUAS

Venid, aguas del día; no hay remedio
al quebrado suspiro de la muerte.
Sabréis lavar el ceño de las horas.

Llegad con paso tenue desde lentas cornisas,
cansadla con dedos de melaza.

La
blanda distracción, el punto horrible
en que embiste la fuerte y todo cesa.

Si algo nace después, que escape
largo al jadeo trastornado,
que no vuele en el círculo de restos,
que no se estanque más.

Vienen las aguas rotas a caer
desde el mismo registro de la espera.

Ya las sopesa el hombre. Se demora,
fracción de su congoja envuelta en ramos,
ahuyenta los temblores y su losa.

Dejad de respirar, aguas dolidas.
Nada os detiene aquí; tantas preguntas
para el légamo pasado y yo sin sombra.